viernes, 19 de junio de 2009

La Iglesia acoge nuestro modo de vida


A media tarde iniciamos la subida desde Santa María de los Ángeles a la basílica de San Francisco, en Asís. Un corto camino que se hace signo de ese otro itinerario de nuestra Orden, que la caracteriza en su propia esencia evangélica y en su devenir en la historia de sus ochocientos años. Allí, en Asís, junto al sepulcro de nuestro Padre, hemos escenificado una liturgia que nos ha hecho revivir el proceso vivido por Francisco y sus primeros compañeros.
La experiencia personal de Francisco culmina, tras un proceso de varios años de discernimiento, en la revelación del Evangelio como camino de vida. Ya en sus inicios la itinerancia se hace compañera de camino de Francisco, y ya no lo abandonará jamás. Todavía hoy, nosotros, sus hijos y seguidores, continuamos a vueltas con la itinerancia, más aún, ésta siempre nos cortejará, porque es nuestra condición ser peregrinos y caminantes.
Una suave música de violines se eleva desde el silencio, creando la atmósfera que nos transporta hasta el lejano año de 1209. Y así iniciamos con Francisco y sus compañeros el viaje a Roma. Nos acompaña la incertidumbre por lo atrevido de nuestra intención: pedir al Señor Papa que nos permita vivir casi literalmente como dice el Evangelio. ¿Qué impresión causará nuestro aspecto de hombres simples y pobremente vestidos en las majestuosas estancias de la curia papal? ¡Eso si conseguimos siquiera que nos dejen entrar! Pero el convencimiento que tenemos es tal que, si nos echan por una puerta, volveremos a entrar por otra. Y así fue cómo nos recibió el Papa, que, movido por divina inspiración, nos aprobó verbalmente nuestro sencillo y evangélico modo de vida.
¡Con qué alegría desandamos el camino de Roma a Asís, llevando impreso en nuestra mente este primer encuentro con el Señor Papa! La Iglesia, representada en su Cabeza por el Vicario de Cristo, acogió nuestro modo de vida en su seno como una regla válida para encarnar el Evangelio. Vivir en el seno de la Iglesia será para nosotros la garantía de no desviarnos de nuestra Regla, aun en tiempos de dificultad.
La cadencia musical nos devuelve al tiempo presente, y nos disponemos a renovar nuestra profesión: “Yo, hermano fr. …prometo vivir el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo…”

Fr. Saturnino Vidal Abellán, ofm

19 de junio de 2009

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