miércoles, 2 de septiembre de 2015

Los divorciados y la comunión

El pasado miércoles 5 de agosto, el Papa Francisco venía a recordar lo que algunos llevamos diciendo en nuestras clases ya más de 15 años, y no es otra cosa que el resultado de leer bien la legislación y sobre todo los cánones de la Iglesia católica: “Los divorciados no están excomulgados”.

En ningún momento podemos leer en el Código de Derecho canónico, que el divorciado se encuentre fuera de la Iglesia, si bien es cierto que algunos miembros de la Iglesia, no sólo eclesiásticos, los han considerado al margen de la misma.

Ahora bien entre los divorciados debemos señalar que no todos se encuentra en la misma situación, por un lado tenemos los divorciados que no se han unido con nuevas personas, que han permanecidos fieles a la primera unión, normalmente son los que más han sufrido el daño de la separación, con todos los problemas económicos que conlleva la separación y el abandono, se han tenido que quedar con los hijos y procurarles una educación integral en la que se debe incluir la fe. En ocasiones a estos también se les ha tildado de “marginales”, ahora bien ya el instrumentum laboris del próximo Sínodo indica la oportunidad que se debe aprovechar para que se les invite a acercarse a los sacramentos de la Eucaristía y de la reconciliación. Estos fieles, normalmente mujeres, no se encuentran en pecado.
Recordemos que el divorcio no acarrea castigo ni  pena canónica, cuando en determinados ambientes se habla de que los divorciados no pueden ostentar cargos públicos en instituciones eclesiales, debemos tener en cuenta que a lo que se refiere son a aquellas personas que se encuentran en un estado de vida irregular.

En definitiva, al divorciado que sufre la ruptura, la comunidad cristiana debe ejercer la acogida y el acompañamiento y de un modo especial la ayuda para superar las dificultades con las que se encuentre, no sólo sociales sino también en muchos casos económicas.

En el caso de los divorciados vueltos a casar nos encontramos con una situación diversa, tampoco debemos hablar de excomulgados sino de una situación irregular y que se debe ver en cada caso particular, no olvidemos que el derecho canónico en particular, pero el derecho en general no es una cuadrícula que se pueda aplicar a todos los casos sin mirar las circunstancias particulares. Cada persona es distinta y por tanto el derecho que se debe aplicar debe ser acorde a cada persona. Algunos casos, de estos divorciados vueltos a casar viven en continencia, con lo cual no se puede hablar de pecado alguno que los separe de los sacramentos.

Ya en septiembre del año 1994, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una carta a los obispos acerca del modo de actuar en el caso de los divorciados vueltos a casar. Carta que por otro lado, como suele ser habitual, tuvo poco eco en las Iglesias particulares, salvo honrosas excepciones. Lo cual ha supuesto que apenas exista un acompañamiento eclesial para estas personas, de tal forma que no se sienta marginadas o ladeadas por la comunidad eclesial.

Sin embargo uno de los puntos a destacar del próximo sínodo de la familia será precisamente esta necesidad de integración dentro de la Iglesia de los divorciados vueltos a casar o unidos en uniones no matrimoniales, para lo cual se requiere una acogida, un acompañamiento y sobre todo un estudio individualizado de cada pareja. Lo cual no lleva a admitir de nuevo a la comunión sacramental a todos los divorciados, pero sí a plantearse el caso de que algunos tras un proceso y camino penitencial sí puedan acercarse a la comunión sólo espiritual sino también sacramental, en definitiva algo que ya el anterior Papa Benedicto XVI dejó entrever en sus palabras.

En definitiva, los divorciados no están excomulgados, a ver si algunos se enteran de una vez, y la insistencia de una Iglesia que debe empezar a ser acogedora con los  hermanos que por alguna circunstancia se encuentran separados de la misma. El Código no es un instrumento meramente punitivo sino sobre todo sanador, con lo cual su aplicación debe servir para acoger y atraer, más que para alejar de la comunidad.

El próximo sínodo será un punto de inflexión para retomar el papel de la familia en la Iglesia, y se merecerá una nueva entrada en este blog.