Nos
encontramos con un libro que podría pasar desapercibido en cualquier leja de
una librería, pero que sin embargo el que se atreve a abrirlo se encuentra con
un tema como es el suicidio, que tanto miedo da en nuestra sociedad a hablar de
ello, pero que es tratada desde la experiencia y la fe.
Es un libro
con la grandeza de escribirlo en primera persona por un profesional que ha
vivido la muerte de su madre que se suicidó, pero que no se limita a mostrar su
experiencia sino que abre puertas de acompañamiento desde un nivel profesional
y sobre todo desde la fe.
El libro
comienza explicando el título del mismo y que viene a mostrar que muchas veces
la nada que hay entre el puente y el rio se acaba convirtiendo en mundo donde
la persona que se lanza a ese vacío se encuentra con todo aquello que deja
atrás.
El autor
pretende escribir un libro que trate del suicidio y de la forma de acompañar a
las personas que lo sufren. Ahora bien, por la estructura del libro peca un
poco de estar escrito en primera persona, por ello, debe hacernos pensar que se
necesita un segundo libro donde se desarrolle todas esas partes profesionales
que quedan un poco cortas en este buen libro. Y se necesita mostrar por que
tratar este tema del suicidio sin remilgos es una obligación, y que los
profesionales creyentes muestren cual debe ser ese camino a recorrer.
Profesionales hay muchos, pero que no se avergüencen de decir que son
cristianos no hay tantos y se necesitan.
El libro consta
de seis partes, todas unidas a partir de la primera parte que no puede ser otra
que la historia personal del autor ante la muerte de su madre. El relato de su
vida y cercanía a la madre, muestra la suerte de no estar sólo, su novia, sus
amigos de la parroquia, sacerdotes, religiosas. Pero sin embargo la realidad es
que la perdida de una madre por un suicidio al final se vive en soledad y con
la carga de hacerlo presente en la realidad de cada día. Nos muestra el autor
que en esa soledad le lleva a vivir una
fe que cambia su forma de ser a partir de la perdida y sobre todo la necesidad
de compartir el dolor que le acompaña y que él se ve ayudado de una forma
especial por unos autores que siempre le van a acompañar y le ayudan a vivir
dicha realidad que le supera desde el dolor del silencio.
En la segunda
parte, dicho lo anterior, no podía ser otra de otra forma que dedicar dos
partes de esta obra a la fe y la visión que la Iglesia tiene del suicidio, y sobre
todo de las personas que lo viven.
En primer lugar
nos habla de la fe, que ayuda a vivir estos momentos de dolor cuando somos
capaces de pedir explicaciones al Señor, a la par que somos capaces de
descubrir el sentido de la cruz unido a la esperanza de la Resurrección.
En segundo
lugar esa fe nos ha mostrado que vivimos en la Iglesia, nuestra madre, y se
hace necesario aprender y comprender lo que ella nos dice sobre el que se
suicida y el acompañamiento a los familiares, como todo ha cambiado y como esa
cercanía de madre que acoge se hace mucho más palpable en cada uno de sus
miembros.
La cuarta
parte del libro será la más profesional, y a la que me atrevo a invitar a
Javier a que la desarrolle en una nueva publicación, porque se hace necesaria.
Ese estudio que hace de la persona que se suicida, mostrando las mil realidades
que pueden presentarse en la persona que decide hacerlo y sobre todo como ese
suicidio afecta a los que se quedan, es necesario vivir esa situación y sacarla
fuera.
Por desgracia
una de las situaciones que lleva el no hablar en la sociedad claramente lo que
es el suicidio es en muchas ocasiones las visiones erróneas que del mismo se
suelen tener, y ello lleva a no atrevernos a hablar de él, a usarlo en términos
instrumentalistas y olvidar que es una realidad demasiado presente en la
sociedad que vivimos y que deberíamos hablarlo sin miedos. Brevemente señala el
autor la incoherencia de nuestra sociedad a la hora de ocultar el suicidio y
sin embargo querer vendernos como algo mágico y bueno la eutanasia que no deja
de ser un tipo de suicidio asistido. Es la falsedad del mundo en que vivimos.
Termina la
obra con dos partes muy interesantes, la primera los testimonios de personas
que han vivido el suicidio bien por intentarlo ellos o porque algún familiar decidió
suicidarse y como han vivido ellos esta situación. La segunda parte un conjunto
de recursos que pueden ayudar tanto a profesionales como en nivel general para
conocer, acompañar y vivir esta situación.
En definitiva
un buen libro que debemos leer todos para hacer visible una realidad de nuestra
sociedad y de un modo más concreto para los creyentes que debemos acompañar
desde nuestra fe, que queda dañada en la persona que sufre el suicidio pero al
que debemos ser capaces de acompañar para descubrir esa esperanza que siempre
debe estar presente.
Un libro que necesita de ese desarrollo de la parte profesional y que esperamos que sea la siguiente misión que el autor lleve adelante y complete el recorrido del camino iniciado, pero hasta que llegue ese momento felicitamos a Javier por la obra realizada.
Díaz Vega, Javier, Entre el puente y el río. Una mirada de misericordia ante el suicidio. Ed. Nueva Eva, Madrid 2020, 156 pp., 21x14