En Villanueva de Alcardete, provincia de Toledo, el segundo domingo de noviembre todos los años revienta la vida, aunque estemos en noviembre y haga el frio propio de la Mancha.
Las familias se reúnen, la pólvora truena en las calles, y
los ríos de felicidad se desbordan en todas las buenas gentes que de alguna
manera tienen un trozo de corazón en ese pueblo y regresan en este fin de
semana señalado.
La culpa de tanta algarabía no es otra que la Madre, la
Ricona, como allí la llamamos, Nuestra Madre la Virgen de la Piedad. Nos reúne en
su casa y como Buena Madre nos acoge y consuela ante las penas que hemos podido
tener a lo largo de todo el año.
Pero este año la situación ha cambiado, no podremos
desplazarnos a casa de nuestra Madre, no podremos encontrarnos con nuestras
familias que a veces sólo los vemos en este fin de semana. Y sobre todo lloraremos
a los que nos han dejado vecinos, amigos, familiares que otros años estuvieron
gozando con nosotros.
Por eso cuando me mandaron mis primos esta foto, de verdad
sentí que era el reflejo de lo que este años vivimos. Todo oscuro, no vemos con
claridad lo que pasa a nuestro lado, tenemos miedos y no acabamos de fiarnos de
nadie. Pero en el fondo esta Ella. La única iluminada la que nos muestra el
camino que debemos seguir, la que con su Hijo en brazos escucha nuestras
oraciones y reúne en su brazo los dolores y las penas de cada uno.
Pero sobre todo como Buena Madre nos invita a que nuestra
oración sea una oración de gozo, de alegría, de saber que no estamos solos, que
en familia las distancias no existen, que cuando levantamos la cabeza al final
del pasillo está ella y nuestra oración se convierte en un canto de alabanza y
sobre todo de esperanza.
Ella nos da a su Hijo para que nosotros seamos capaces de vivir
el presente cercanos unos de otros, responsables y cariñosos, que no nos falte
una palabra amable y sigamos andando, a pesar de la oscuridad, hacia ella. Hacia
Nuestra Ricona.
¡¡¡¡VIVA LA VIRGEN DE LA PIEDAD!!!!
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