jueves, 2 de diciembre de 2021

«Laudato sì» Construyendo un mundo mejor

 

            Terminamos la cumbre del clima con muy pocas esperanzas de cambio, lo cual nos lleva a mirar la Encíclica del Papa Francisco.

          Muchas veces las encíclicas, los documentos pontificios, se quedan viejos al poco tiempo de salir. La reflexión de los mismos queda varada en la orilla de los muchos papeles que nos rodean, y si bien han tenido un tiempo de eclosión y de importancia, de golpe ya no parece que fuesen tan importantes para nuestra vida de cristianos.

            Sin embargo, la encíclica «Laudato sì» parece que tiene más vida por estar dedicada al cuidado de la casa común, a la atención de la creación y cómo la sociedad nos recuerda constantemente que debemos cuidarla; la encíclica recupera su cercanía y utilidad constantemente para nuestro mundo.

            “Laudato Sì” es una encíclica que no recoge únicamente el pensamiento de un Papa, sino que retoma las ideas de Benedicto XVI y las ya enunciadas sobre el cuidado de la creación del papa San Juan Pablo II.

            Ahora bien, sin lugar a dudas, es una encíclica iluminada por el Santo de Asís que celebramos en estos días, donde el cuidado de la creación no puede ir separado del cuidado de los hermanos, de un modo especial de los más necesitados, la preocupación por alcanzar la justicia de los más desfavorecidos del planeta. Si no hay una atención por los últimos, no podemos pensar en un cuidado de la creación.

            Es cierto que en la encíclica se describe el daño que a la naturaleza se le está haciendo desde nuestro egoísmo, de sólo querer el mundo para usarlo con el fin de alcanzar nuestros intereses. Pero no cabe duda que lo que hacemos para la creación lo estamos haciendo unos con otros. Se nos olvida que debemos cuidar la relación entre las personas, no podemos vivir desde la individualidad y el egoísmo, en cuyo caso, estaríamos destrozando lo que somos como personas y cuando nos degradamos de tal modo, estamos destrozando también nuestro entorno.

            Para entender al ser humano y la necesidad de un mundo en relación, es necesario entender nuestra relación con Dios. Una relación sostenida en los salmos y donde observamos que, si bien la persona es lo más importante y a quien debemos cuidar por encima de las demás criaturas, si no cuidamos el entorno, nos encontraríamos con que estamos dando de lado al mensaje universal del Creador. Se hace necesario el cuidado, la conmiseración con lo creado, el perdón que nace del Amor de Dios. Por ello, san Francisco nos dirá en su Cántico de las criaturas «Alabado seas mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor».

            Otra insistencia del Papa Francisco en esta encíclica es recordar que la ecología de la que nos habla no es fruto del simplismo de un mundo que lleno de cantos de sirena se cree que debe cuidar la creación y se olvida de las personas. Por ello, nos insiste que la ecología debe llenar el mundo tecnológico y cultural. El cuidado de la cultura de cada pueblo nos llevará a reconocer que en cada momento, al cuidar nuestras tradiciones, estamos cuidando el entorno donde hemos nacido. Hoy sufrimos el desplazamiento de muchas personas, los más pobres que, al dejar sus vidas atrás, nos encontramos que viven en entornos donde se sienten desamparados, desprovistos de lo que han sido y entonces la persona acaba perdiendo su razón más íntima, su relación con Dios, con los demás hombres y con la creación.

            Por ello, a la persona que se desplaza hay que acogerla, pero también por su parte, las personas se deben integrar en la nueva situación vital en la que se encuentran para hacer posible esas relaciones interpersonales y, a la vez, evitar el aislamiento y el rechazo al mundo donde viven y son acogidos. Lo cual no cabe duda que llevará a la violencia en muchos barrios de las grandes ciudades.

            En definitiva,  la ecología no es un elemento simple, va mucho más allá y debe cuidar y atender a las personas, sobre todo al más pobre que a veces debe abandonar a su gente, a su familia y a su cultura, y se encuentra solo, vacío de relaciones y a este, es imposible pedirle que tenga en cuenta el cuidado de la creación.

            Pero debemos vivir desde la esperanza de que construimos un mundo desde una alabanza gozosa, que nos da nuestra fe en Dios, y que se cimienta en nuestra relación con las personas y el entorno. Es la única forma de construir y mantener un mundo lleno de vida, y donde se alabe al Creador en sus criaturas.