martes, 17 de noviembre de 2020

Una mirada de misericordia ante el suicidio

 

Nos encontramos con un libro que podría pasar desapercibido en cualquier leja de una librería, pero que sin embargo el que se atreve a abrirlo se encuentra con un tema como es el suicidio, que tanto miedo da en nuestra sociedad a hablar de ello, pero que es tratada desde la experiencia y la fe.

Es un libro con la grandeza de escribirlo en primera persona por un profesional que ha vivido la muerte de su madre que se suicidó, pero que no se limita a mostrar su experiencia sino que abre puertas de acompañamiento desde un nivel profesional y sobre todo desde la  fe.

El libro comienza explicando el título del mismo y que viene a mostrar que muchas veces la nada que hay entre el puente y el rio se acaba convirtiendo en mundo donde la persona que se lanza a ese vacío se encuentra con todo aquello que deja atrás.

El autor pretende escribir un libro que trate del suicidio y de la forma de acompañar a las personas que lo sufren. Ahora bien, por la estructura del libro peca un poco de estar escrito en primera persona, por ello, debe hacernos pensar que se necesita un segundo libro donde se desarrolle todas esas partes profesionales que quedan un poco cortas en este buen libro. Y se necesita mostrar por que tratar este tema del suicidio sin remilgos es una obligación, y que los profesionales creyentes muestren cual debe ser ese camino a recorrer. Profesionales hay muchos, pero que no se avergüencen de decir que son cristianos no hay tantos y se necesitan.

El libro consta de seis partes, todas unidas a partir de la primera parte que no puede ser otra que la historia personal del autor ante la muerte de su madre. El relato de su vida y cercanía a la madre, muestra la suerte de no estar sólo, su novia, sus amigos de la parroquia, sacerdotes, religiosas. Pero sin embargo la realidad es que la perdida de una madre por un suicidio al final se vive en soledad y con la carga de hacerlo presente en la realidad de cada día. Nos muestra el autor que en esa soledad le lleva a  vivir una fe que cambia su forma de ser a partir de la perdida y sobre todo la necesidad de compartir el dolor que le acompaña y que él se ve ayudado de una forma especial por unos autores que siempre le van a acompañar y le ayudan a vivir dicha realidad que le supera desde el dolor del silencio.

En la segunda parte, dicho lo anterior, no podía ser otra de otra forma que dedicar dos partes de esta obra a la fe y la visión que la Iglesia tiene del suicidio, y sobre todo de las personas que lo viven.

En primer lugar nos habla de la fe, que ayuda a vivir estos momentos de dolor cuando somos capaces de pedir explicaciones al Señor, a la par que somos capaces de descubrir el sentido de la cruz unido a la esperanza de la Resurrección.

En segundo lugar esa fe nos ha mostrado que vivimos en la Iglesia, nuestra madre, y se hace necesario aprender y comprender lo que ella nos dice sobre el que se suicida y el acompañamiento a los familiares, como todo ha cambiado y como esa cercanía de madre que acoge se hace mucho más palpable en cada uno de sus miembros.

La cuarta parte del libro será la más profesional, y a la que me atrevo a invitar a Javier a que la desarrolle en una nueva publicación, porque se hace necesaria. Ese estudio que hace de la persona que se suicida, mostrando las mil realidades que pueden presentarse en la persona que decide hacerlo y sobre todo como ese suicidio afecta a los que se quedan, es necesario vivir esa situación y sacarla fuera.

Por desgracia una de las situaciones que lleva el no hablar en la sociedad claramente lo que es el suicidio es en muchas ocasiones las visiones erróneas que del mismo se suelen tener, y ello lleva a no atrevernos a hablar de él, a usarlo en términos instrumentalistas y olvidar que es una realidad demasiado presente en la sociedad que vivimos y que deberíamos hablarlo sin miedos. Brevemente señala el autor la incoherencia de nuestra sociedad a la hora de ocultar el suicidio y sin embargo querer vendernos como algo mágico y bueno la eutanasia que no deja de ser un tipo de suicidio asistido. Es la falsedad del mundo en que vivimos.

Termina la obra con dos partes muy interesantes, la primera los testimonios de personas que han vivido el suicidio bien por intentarlo ellos o porque algún familiar decidió suicidarse y como han vivido ellos esta situación. La segunda parte un conjunto de recursos que pueden ayudar tanto a profesionales como en nivel general para conocer, acompañar y vivir esta situación.

En definitiva un buen libro que debemos leer todos para hacer visible una realidad de nuestra sociedad y de un modo más concreto para los creyentes que debemos acompañar desde nuestra fe, que queda dañada en la persona que sufre el suicidio pero al que debemos ser capaces de acompañar para descubrir esa esperanza que siempre debe estar presente.

Un libro que necesita de ese desarrollo de la parte profesional y que esperamos que sea la siguiente misión que el autor lleve adelante y complete el recorrido del camino iniciado, pero hasta que llegue ese momento felicitamos a Javier por la obra realizada.


Díaz Vega, Javier, Entre el puente y el río. Una mirada de misericordia ante el suicidio. Ed. Nueva Eva, Madrid 2020, 156 pp., 21x14


sábado, 7 de noviembre de 2020

CAMINAMOS HACIA ELLA


 En Villanueva de Alcardete, provincia de Toledo, el segundo domingo de noviembre todos los años revienta la vida, aunque estemos en noviembre y haga el frio propio de la Mancha.

Las familias se reúnen, la pólvora truena en las calles, y los ríos de felicidad se desbordan en todas las buenas gentes que de alguna manera tienen un trozo de corazón en ese pueblo y regresan en este fin de semana señalado.

La culpa de tanta algarabía no es otra que la Madre, la Ricona, como allí la llamamos, Nuestra Madre la Virgen de la Piedad. Nos reúne en su casa y como Buena Madre nos acoge y consuela ante las penas que hemos podido tener a lo largo de todo el año.

Pero este año la situación ha cambiado, no podremos desplazarnos a casa de nuestra Madre, no podremos encontrarnos con nuestras familias que a veces sólo los vemos en este fin de semana. Y sobre todo lloraremos a los que nos han dejado vecinos, amigos, familiares que otros años estuvieron gozando con nosotros.

Por eso cuando me mandaron mis primos esta foto, de verdad sentí que era el reflejo de lo que este años vivimos. Todo oscuro, no vemos con claridad lo que pasa a nuestro lado, tenemos miedos y no acabamos de fiarnos de nadie. Pero en el fondo esta Ella. La única iluminada la que nos muestra el camino que debemos seguir, la que con su Hijo en brazos escucha nuestras oraciones y reúne en su brazo los dolores y las penas de cada uno.

Pero sobre todo como Buena Madre nos invita a que nuestra oración sea una oración de gozo, de alegría, de saber que no estamos solos, que en familia las distancias no existen, que cuando levantamos la cabeza al final del pasillo está ella y nuestra oración se convierte en un canto de alabanza y sobre todo de esperanza.

Ella nos da a su Hijo para que nosotros seamos capaces de vivir el presente cercanos unos de otros, responsables y cariñosos, que no nos falte una palabra amable y sigamos andando, a pesar de la oscuridad, hacia ella. Hacia Nuestra Ricona.

¡¡¡¡VIVA LA VIRGEN DE LA PIEDAD!!!!

jueves, 11 de junio de 2020

Que nos dice San Antonio en el 800 aniversario de su conversión


COFRADES EN EL MUNDO: La localidad toledana de Cabezamesada está ... Este año, celebrar a San Antonio nos lleva a recordar una efeméride muy importante y es el 800 aniversario de su conversión y de su llegada a Ceuta camino de evangelizar el mundo musulmán, pero que una enfermedad le llevó a no poder permanecer allí y en viaje de retorno en lugar de mandarlo a su Lisboa natal le llevó a Italia, donde la vida y misión cambió radicalmente.                                                                                              La vida de San Antonio no puede pasar desapercibida, no sólo por ser el santo más querido en todo el mundo y al que la gente llega para pedir de todo lo imaginable, además de ser un santo “interesado” ya que si no hay limosna difícilmente vamos a encontrarnos que la petición llegue a su cumplimiento. Pero ese interés no se debe entender en el sentido egoísta nuestro, sino, el modo concreto, que se ve reflejado en el cepillo de san Antonio que tanto ayuda a personas necesitadas, que paga estudios, hipotecas y sacia el hambre a muchas familias que de otra forma en este tiempo de crisis lo pasaría mal.


Efectivamente, en Ceuta se están celebrando los 800 años de su presencia allí, como digo, su tarea tenía una misión bien concreta, la de convertir a la fe católica a los musulmanes que estaban en aquellas tierras. A fin de cuentas, su deseo no era otro que seguir las huellas de Ntro. Padre San Francisco que unos años antes había llegado a Tierra Santa con el mismo fin, la conversión al Amor, de todos aquellos que no lo conocen por medio del Amor.
Recordemos  que  la  motivación  original  de  San  Antonio  de  Padua  para  unirse  al  grupo  de  los  seguidores  de  Francisco  era  la  de  verse  coronado con la palma del martirio como  aquellos  hermanos  martirizados  en  Marruecos  cuyos  restos  había  contemplado  a  su  llegada  a  Coímbra.  La  espiritualidad  del  martirio  estaba  revestida  de  una  serie  de  aspectos importantes que encontramos  frecuentemente  en el pensamiento  franciscano.
            En todo este viaje hay tres realidades que no podemos olvidar y que son lo que en los tiempos que vivimos nos deben llevar a expresar lo que somos desde la coherencia y el testimonio sincero.

En primer lugar, es verdad que San Antonio marchó a tierra musulmana a convertir a aquellos que estaban lejos de Cristo pero desde el ejemplo de san Francisco, que no es otro que el del diálogo. Diálogo, que por otra parte, no puede llevarnos a relativizar lo que somos sino a ser capaces de descubrir en el otro como su vida de fe nos lleve a ver en nosotros los grandes regalos que Dios ha derramado en nuestro corazón a través de Cristo, como nos dijo Fr. Michael Perry ofm Ministro General. El diálogo es esencial, porque nos ayuda a escuchar, pero no un diálogo de un café, sino el diálogo que comparte la experiencia del encuentro con el Creador.
            Pero ese diálogo nos lleva a repensar, como nos decía el Fr. Francesco Patton ofm Custodio de Tierra Santa en la inauguración del curso del Instituto Teológico de Murcia OFM,  cual es nuestra tarea hoy en este diálogo, en primer lugar hacer descubrir al mundo musulmán una página de  su  historia  que  le  es  poco  conocida,  pero  ante  la  cual  queda estupefacto en el momento en que la conoce. Hoy es nuestra tarea volver a proponer esta capacidad de esperar  en  la  posibilidad  del  encuentro y del dialogo, y atrevernos  a  vivirlos  en  los  ámbitos  cotidianos de la vida. No importa si somos tomados por soñadores, idealistas e ingenuos.

            El segundo elemento que debemos ser capaces de cuidar, siempre acompañando a San Antonio y como no, siendo fiel a San Francisco, la necesidad de estar formado cuando se va a evangelizar. Tras la nefasta experiencia vivida con los primeros hermanos enviados a evangelizar Centroeuropa, en el Capítulo de las Esteras, reconoce que cuando vayan a evangelizar deben ir formados conociendo las culturas de las tierras que van a pisar y sobre todo ser capaces de comunicarse en la lengua de esas gentes.
            Esta realidad se hace presente de un modo particular en aquellos que quieran ir entre sarracenos, que no vayan con ánimo de litigar sino con el deseo cierto de establecer la paz de Cristo y sobre todo la fe en la Trinidad que defiende el diálogo y la convivencia y la pobreza que se expresa en  la  libertad. Y aquí entra nuestro san Antonio que tras la experiencia fallida de poder evangelizar en tierras de Marruecos llega a Italia donde se repone de la enfermedad y cambia su decisión por dedicarse al estudio y la formación, siendo considerado por el mismo san Francisco como su “maestro”. Esta necesidad de la formación se entiende en la Orden desde sus orígenes no como acaparador de títulos que ocupa los mejores puestos en las universidades con más prestigio, sino más bien como un instrumento que ayuda a comprender las culturas ya llevar el mensaje de Cristo a todas las gentes. Por ello la Orden siempre ha entendido la presencia en Tierra Santa y en los países de misión como una evangelización a partir del diálogo con las gentes y sus costumbres.
            San Antonio en su viaje que pasa por Ceuta, nunca olvidará su deseo de evangelizar infieles y por eso los estudios y los de sus hermanos los encauza en esta dirección de la evangelización. La misión y la formación van de la mano puesto que es una  misión  que  se  caracteriza  por  un  caminar  por  el  mundo,  entre la gente, mezclándose con el  pueblo,  anunciando  la  paz,  sin  litigar  por  motivo  alguno,  sometiéndose  a  toda  criatura,  trabajando  en  cualquier  trabajo  honesto (Test 20).

            Y el tercer elemento que no es tanto fruto de este viaje sino que va insertado en la vocación franciscana de San Antonio es la búsqueda de la justicia del más indefenso, la necesidad de luchar desde lo que somos para que el pan y la justicia lleguen al más desfavorecido.
            Por supuesto que el estudio de las leyes están presentes en el santo paduano pero no podemos considerarlo un jurista, sino un hombre justo. Definición que la da el pueblo de Israel a aquellos que sin ser judíos han dado su vida por ayudar al necesitado sea de la religión que sea. Por ello, la búsqueda de la justicia es una realidad en la teología del franciscano.
            Algo intrínseco al franciscano es el no poder permanecer indiferente al que necesita un mano que ayude en cualquier situación, ya económica ya espiritual. Por eso, el compartir lo poco que se tiene con el que aún tiene menos es una necesidad en los orígenes de la Orden.
            La solidaridad y el compartir buscando no sólo el cubrir las necesidades de un modo asistencial, sino sobre todo, desde la posibilidad de ayudar al que lo necesita que pueda librarse su propio camino y dejar de tener la necesidad de que sean los demás los que le den para vivir, lo cual es otra forma de esclavitud.
           
            En definitiva en este aniversario de los 800 años de la presencia de San Antonio de Padua en Ceuta debe servirnos a los franciscanos, y en este caso, a la familia franciscana a darnos cuenta de la necesidad de un diálogo con los no creyentes desde el testimonio que se forma en las raíces de la teología franciscana y lo conduce a la ayuda aportando el pan y la búsqueda de la justicia para los más necesitados de la sociedad.

jueves, 23 de abril de 2020

LA NULIDAD MATRIMONIAL. Mitos y realidades


Cuando uno se encuentra con un libro sobre nulidades matrimoniales o en torno a alguna cuestión procesal, al abrirlo ya va pensando que es un libro denso, difícil de leer y que deberé hacer un esfuerzo para “traducir” para los que no están habituados al derecho, dicha obra para que se puedan acercar a ella y poder entenderla.
Sin embargo, con este libro es casi al contrario, posiblemente yo me haré más complicado de entender que la buena pluma de la autora que ha hecho de algo complicado, fácil de entender.
Nos encontramos con una obra que, como bien indica desde el principio, tiene su base en unos apuntes de clase, lo cual hace que la sistematización de la obra sea clara, no se difumine en elementos oscuros o confusos sino que cada paso y explicación que da es una invitación a seguir adelante en el contenido de la misma.
La autora, conocedora de la temática por haber desempeñado las tareas de Defensora del vínculo en el Tribunal Eclesiástico Metropolitano de Madrid, y fundadora del centro de orientación familiar y personal Coincidir, nos hace un relato que puede ser usado para todos aquellos que sin grandes conocimientos de la materia colaboran o pueden hacerlo en los procesos matrimoniales, tal y como nos indica el Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus, cuando habla de la investigación previa y de los mismos operarios de los tribunales que en muchos casos no han estudiado derecho canónico y sí mucho eclesiástico.
La estructura del libro consta de dos partes y una serie de anexos bastante completos en el conjunto de la obra.
La primera parte, la autora nos habla del matrimonio, resaltando los elementos antropológicos, como se encuadra dentro de una unión basada en el amor, elemento que no puede ser judicializado, pero que ayuda a otros conceptos afines a él, a probar la validez o nulidad del matrimonio.
Como no puede ser de otra forma, la autora recupera los elementos que permiten a la Iglesia legislar sobre esta materia en relación a sus súbditos, pero sobre todo por la necesidad de regular las relaciones personales que son las que constituyen el matrimonio. Y todo ello se lleva a cabo desde el convencimiento de que la libertad es el fruto de la unión de la voluntad de los contrayentes, en definitiva es la libertad de las personas lo que constituye el matrimonio realizado desde la libre voluntad de las dos personas que dan su consentimiento, no un regalo ni una generosa dádiva ni del Estado ni de la Iglesia.
Tras ello, y de una manera concisa y clara la autora hace un repaso a los requisitos para que podamos hablar de la validez del matrimonio, tales como que sean personas hábiles jurídicamente, es decir que nada se lo prohíba; un matrimonio rato y consumado; que este presenta la sacramentalidad del mismo en la decisión de los contrayentes y lo que puede ser interesante, como decíamos anteriormente, a la hora de aclarar conceptos, el que nos hable y aclare la diferencia entre matrimonio nulo, separación y divorcio.
Una vez sentadas las bases antropológicas y sociológicas del matrimonio la autora entra en lo que será el preámbulo de la segunda parte, nos habla de dos preguntas que cualquiera que piense iniciar un proceso de declaración de nulidad matrimonial se hace: porque iniciarlo y sobre todo cual debe ser la actitud que las personas deben tener a la hora de acudir al tribunal para iniciar el proceso, por supuesto una de las recomendaciones que hace es que no se deje pasar mucho tiempo desde el momento de la ruptura, y que se acerquen desde la sinceridad y la verdad.
Y unido a cuál debe ser la actitud, viene muy bien que se explique que son los tribunales eclesiásticos y quienes lo forman, así como los plazos, los costos de un proceso e insistiendo en la necesidad de la presencia de jueces y miembros del tribunal suficientes para cumplir los plazos requeridos, lo cual no cabe duda que ayudaría a que todo el proceso sea mucho más ágil tal y como nos pide el Papa Francisco en el MIDI.
La segunda parte del libro lo dedica la autora a desgranar en que consiste un proceso de nulidad matrimonial, comienza por la demanda explicando quién la debe hacer, el contenido de la misma y señalando, como muy interesante, la figura del demandado y las diversas formas de actuar que puede tener en el proceso. Como digo, nada más que por esta parte de la obra es muy recomendable a los abogados que desean o que ya trabajan en nuestros tribunales, como un medio de formación muy útil.
Tras la demanda vendría la fórmula de dudas y la fase probatoria con la diversas pruebas que se pueden tener, ya sea la testifical o la pericial y el valor de cada una de ellas. Es curioso que se tenga en cuenta, conforme la Dignitas connubii que la declaración de las partes es muy importante, pero no se puede considerar absoluta en la conclusión del proceso. Podriamos decir que de todos es sabido, pero que se diga y con esta claridad ayuda bastante.
Y ya por fin llegamos a la sentencia donde tras dar una definición, se insiste en la necesidad de una sentencia bien fundamentada que ayude a evitar la impugnación de la misma. Es importante las palabras que dedica a la apelación y quién y cómo se puede hacer, así como al Tribunal al que se debe apelar.
Hace la autora una breve incursión en el proceso más breve ante el Obispo, donde lo más interesante es el ejemplo que pone el cual ayuda a clarificar notablemente que situaciones entrarían dentro de la posibilidad de desarrollar este modo nuevo de proceso.
Concluye el libro con cuatro anexos muy interesantes, uno dedicado a los impedimentos de los que mucho se habla pero conviene saber cuáles son y a que se refieren; otro anexo sobre los vicios del consentimiento; la importancia de la forma jurídica, diferenciando entre la forma ordinaria y la extraordinaria; y concluyendo con la convalidación del matrimonio y la importancia de saber en qué consiste la sanción en raíz.
En definitiva, nos encontramos con una obra muy útil para todos aquellos operarios de los tribunales, que desean tener claridad en las partes de un proceso; un libro muy necesario para aquellos, párrocos incluidos, que desde las parroquias inician, como dice el MIDI, la investigación previa para llegar al proceso, o simplemente para tener unos conceptos claros en aras de dar una respuesta que ayude ante la situación de los feligreses o de las personas que se acercan buscando un poco de luz en su situación vital y a las que se puede aconsejar el inicio de un proceso de nulidad matrimonial.

Álvarez de las Asturias, María, La nulidad matrimonial. Mitos y realidades, Ed. Digital Reasons, Madrid 2020, 240 pp.

miércoles, 15 de abril de 2020

El Proceso Brevior

Para todos los que nos dedicamos a la cuestión procesal, la necesidad de una reforma de los procesos matrimoniales era un clamor que se venía pidiendo desde hace mucho tiempo. Como resultado, que resultó insuficiente para todos, fue la Dignitas connubii y por fin apareció el M.P. Mitis Iudex Dominus Iesus, que, sin ser la respuesta a todos los males, sí que al menos aporto novedades en los procesos.
Y una de esas novedades no cabe duda que es el proceso brevior. Y de este proceso se ocupa el libro del que vamos a hablar. El autor ha conseguido hacer una presentación no sólo del proceso brevior sino sobre todo de los elementos procesales que contiene y que le dan fiabilidad en su utilización, además busca dar respuestas  a muchas interrogantes que surgen en un principio a la hora de la aplicación de este proceso.
Para ello, el autor, conocedor de la materia por su trabajo en el Tribunal de la Rota Romana, ha desarrollado la obra en tres capítulos consideramos que están bien seleccionados en su presentación.
Una de las grandes cuestiones del proceso  brevior es precisamente la figura del Obispo como juez de las causas que se presentan por este proceso. Por ello, el primer capítulo lo dedica el autor a hablarnos de la potestad judicial del Obispo. Para ello, como no puede ser de otra forma desde el actual estudio del Derecho canónico, se parte de la fundamentación teológica de la figura del Obispo para llegar a unir los elementos pastorales y judiciales de la misión y servicio de los Obispos en sus diócesis, tal y como se ha entendido desde el CIC del año 1917 al presente de 1983, sin poder olvidar las notas características que marcó la Dignitas connubii, y todo ello como lo recoge el M.P. MIDI, en el cual desde el principio se nos habla de la potestad judicial del Obispo, con la necesaria obligación por su parte de interesarse en la transformación de la función judicial en materia matrimonial.
Importante la apreciación anterior que nos lleva a recordar que el Obispo no es sólo juez en el proceso brevior   sino que lo es el Juez primero en cualquier proceso ya ordinario, documental, oral, etc. Por ello una de las cuestiones que se deben evitar, y que muy bien señala el autor, es el evitar una reducción del Obispo al papel pastoral, como un pastor que se acerca a sus fieles, en determinadas circunstancias, sino que más bien es Pastor y Juez siempre.
Esto nos lleva a la pregunta de si cualquier obispo puede estar al frente de un proceso brevior   y tras una excelente presentación de pros y contras, con la citación de publicaciones previas, llega a la conclusión que en primer lugar debe ser Obispo y Obispo que tenga una comunidad de fieles al frente con lo cual estamos excluyendo a los auxiliares y cualquier otra figura que se pueda equiparar al Obispo titular.
El capítulo II lo dedica el autor a la Lógica procesal, y los principios procesales que deben estar presente en el proceso brevior. Una de las grandes críticas que se le ha hecho a este proceso especial ha sido precisamente que carecía de una lógica procesal al no observarse en él los principios procesales necesarios para que sea un proceso libre de impedimentos.
Por ello este segundo capítulo se convierte en clave a la hora de tratar de explicar el proceso brevior, al indicarnos que es un intento de asegurar la celeridad y la simplicidad en el proceso que debe estar cercano en su resolución con aquellos casos que así se pueda permitir su aplicación sin necesidad de alargarlos en el tiempo o complicar su procedimiento. Esto nos muestra, y así lo señala el autor, que ya desde Pablo VI y como no, ahora con el Papa Francisco, se insiste en la necesidad de unir la dimensión jurídica con la misión de la Iglesia y su dimensión pastoral. Ahora bien no confundamos  la dimensión pastoral con la posibilidad de favorecer la nulidad de los matrimonios, sino más bien el buscar la celeridad en los procesos.
El autor nos habla de los distintos principios procesales, todo ello enfocado en la búsqueda de la verdad y la realización de la justicia como elementos fundamentales a la hora de cambiar de procedimiento y acogernos a este más breve. Para ello no debemos olvidar que estos principios procesales se realizan en la independencia, la autonomía y la imparcialidad de los jueces. Señala el autor sin temor que a veces podemos encontrarnos, y gracias a Dios no es una constante en todos ellos, que en algunos operarios jurídicos, indicando concretamente a los abogados, que pueden llegar a elegir el proceso brevior más por intereses ajenos a la consecución de la verdad objetiva.
El autor señala y justifica que otro de los motivos de la reforma es el de la celeridad y la diligencia, lo cual lo especifica mostrando los pros y contras que se pueden señalar al proceso. Para ello es importante que el autor resalte las circunstancias que pueden llevar a un proceso brevior que termine en un proceso ordinario con lo que ello supondría de alargar el tiempo del proceso, para lo cual se recomienda que vaya toda la base procesal correctamente realizada desde el principio.
A partir de aclarar que el proceso brevior no es un proceso administrativo sino judicial, a lo cual uniremos el final del capítulo donde también lo diferencia con el proceso contencioso oral donde señala la diferencia en la especialidad de cada uno.
Llegamos a una de las partes más importantes y que señalan la función del Obispo como juez de estos procesos y no es otra el principio de inmediación que busca el hacerlo más humano, es decir, que el juez tenga un contacto más directo con la realidad procesal y sobre todo con las partes.
El capítulo tercero como no podía ser de otra manera nos hablará de la dinámica del proceso brevior y los diferentes momentos del proceso. Todo ello para que quedando claros los plazos y estos momentos nos lleven a mostrar lo que ha querido el autor sustentar en los capítulos anteriores, es decir, que es un proceso válido y completo en el que la celeridad no supone la eliminación de momentos procesales sino su claridad en el momento de realizarse.
Importante la figura del Vicario judicial en todo este proceso así como la figura del Defensor del vínculo que deben realizar un papel diligente y con claridad de la especificidad del proceso que se va a llevar a cabo.
Por supuesto, llegamos al momento decisorio donde el papel del Obispo se muestra mucho más importante desde el momento que él es el que debe ser conocedor de las actas, hacer la valoración de las declaraciones de las partes, para lo cual es conveniente que pueda pedir la asesoría del juez instructor y lo que es más importante, la decisión final que debe ser suya, redactada por él ya en el sentido de una sentencia favorable o remitiéndola al proceso ordinario. De esta forma evitamos que el Obispo se limite a firmar algo presentado por el Vicario judicial o por cualquier otra figura procesal y no lo convertimos en una mera figura decorativa que se limita a firmar. Ahora bien no podemos olvidar que esa es la teoría, la práctica nos lleva a recordar que la gran mayoría de los obispos no tienen los conocimientos de derecho mínimos para poder llegar a la certeza moral que es el fin de todo proceso.
Termina el libro con un apéndice sencillo y las conclusiones finales que vuelven a reforzar lo que venimos diciendo, una obra que presenta el proceso brevior aclarando todas las objeciones que se le pueden hacer con una bien contrastada bibliografía.
Quiero resaltar como dentro de la estructura de los capítulos es importante la síntesis conclusiva que al final de cada uno de los capítulos, al estilo de las tesis doctorales bien presentadas, hace el autor recogiendo aquellos elementos de cada capítulo más importante.
Como pega podemos decirle que es una obra demasiado teórica para la realidad de nuestros tribunales, y sobre todo, del conocimiento procesal de nuestros obispos. Pero sin embargo se hacen necesarias estas obras para asentar la novedad que el motu proprio Mitis Iudex Dominus Iesus ha aportado al mundo procesal, con lo cual invitamos a todos los operarios y miembros de los tribunales a conocer esta obra y profundizar en lo que ella nos muestra para desarrollar como el MP nos pide los procesos brevior  que se presenten en los tribunales, que, por otra parte, no son muchos.

Tkaczyk, Lukasz Piotr, El proceso más breve en la nueva normativa del M.P. Mitis Iudex Dominus Iesus. Su especialidad y pautas de desarrollo, Ed. EUNSA, Pamplona 2019, 277pp.