jueves, 10 de junio de 2010

Visita al Papa


Llega el día en el que el Presidente de gobierno español va a visitar al Papa. Que nadie piense que es un momento clave para la situación de la Iglesia en España. Ni mucho menos que de esta reunión dependerá en mucho la nueva ley de Libertad Religiosa. Los comentaristas ya religiosos o políticos que así lo digan están muy equivocados o todavía creen en la bondad infinita de las personas.
El presidente, va a esta visita a echarse la foto, aprovecha, y esto es obra de su embajador ante la Santa Sede, la presencia masiva de obispos y sacerdotes españoles en Roma con motivo de la clausura del año jubilar, y su egocentrismo continuo de pensar que “yo soy quien hace y deshace y lo voy a hacer también en materia religiosa”, sobre todo contra aquellos que rezan al crucificado.
Se equivoca, y se ha visto en el último reglamento aprobado por su ministra Chacón, y que formará parte de la nueva Ley, si piensa que lo importante de la procesión del Corpus o de las procesiones de Semana Santa es la presencia del ejército, que es voluntario y a la que ningún soldado va forzado, no sucede igual en los actos de las autoridades de las Comunidades Autonómicas. Como bien dijo el Arzobispo de Toledo, lo importante de la procesión de Corpus no es ni el pelotón del ejercito ni la maravillosa custodia de Enrique de Arfe sino el Santísimo por las calles de Toledo, o la imagen del Cristo de la Buena Muerte, con la devoción y la catequesis que él lleva consigo.
Por todo ello, pensar que la reunión de hoy del Papa con el presidente va a suponer un giro en la política religiosa, o que el Santo Padre va a decirle que la Ley de Libertad Religiosa no sea muy dura, es en primer lugar olvidar que el presidente actúa por arrebatos y no con razones, y por otro lado estar equivocado si piensan que la diplomacia de la Santa Sede va a temblar ante esta Ley es no saber nada del Vaticano y recordar que si hay un organismo político que sabe valorar y jugar con el tiempo y la paciencia esa es la diplomacia vaticana. Todo pasa y no hay mal que cien años dure.