miércoles, 31 de octubre de 2018

Derecho Procesal Canónico ¿Nuevo tratado?



            Siempre abrir un libro de Juan José García Faílde nos tiene que llevar a saborear el mundo de la canonística y desear zambullirnos en el saber de los grandes maestros que fueron y nos han enseñado a no conformarnos en la reflexión sino siempre desear buscar respuestas nuevas a situaciones nuevas, desde parámetros ya establecidos.
            Por ello le agradezco a la Universidad de San Dámaso la edición de esta obra en la que si hay un pero que ponerle, es el pretender que estamos ante un nuevo tratado de derecho procesal canónico.
            El término nuevo puede llevar a confusión ya que las reformas que los dos documentos que se presentan como título de la obra y que el propio autor nos señala como reformadores no cambian en su totalidad ni siquiera en el 80 % el derecho procesal canónico, si bien es cierto, y no deberíamos caer en el error de no pensar que las reformas presentadas son novedosas e interesantes a la hora de aplicar el derecho procesal canónico desde la pastoral y la antropología cristiana.
            El autor, repito, como docente experto en la materia, buen profesor y mejor comunicador, hace que esta obra se lea como si él mismo nos la estuviese explicando, lo cual hace que una terminología pesada y dura de seguir se haga comprensible. Ello lo observamos en la dedicación que el autor hace a aquellos elemento más importantes dentro del proceso y que necesitan de una reflexión y detenimiento mayor.
            Así en la obra observamos, que todos los elementos preliminares a la admisión de la demanda son explicados breve, rápida pero no por ello, con menor profundidad por el autor, sabe que hay elementos que necesitarán de un mayor detenimiento y no amplia las páginas del libro sin necesidad.
            Sin embargo, cuando entra el proceso en la admisión de la demanda dedicada mucho mayor espacio a explicar la tarea de los jueces, eclesiásticos, diocesano y el vicario judicial y los posibles adjuntos que puedan existir, si bien en la reforma que se está estudiando la necesidad del vicario judicial adjunto, si bien no es eliminado pero no queda claro su papel y sobre todo su necesidad. 
            Desde el estudio realizado por el profesor creo que hay un poco de desorden en la estructura del mismo, pero no es un elemento que haga perder la fuerza a lo que se dice, sin embargo el brevísimo capítulo dedicado al Obispo diocesano, demuestra que la obra no es sino la recopilación de los trabajos realizados por el autor a lo largo de su extensísima y bien llevada carrera a la que ha unido los artículos y cánones de los documentos reformadores. Es cierto que más adelante cuando analiza con detenimiento el motu proprio dedicada una mayor atención al papel del Obispo diocesano en los procesos breves, pero quizás hubiese sobrado este mini apartado en medio de los jueces y tribunales, quizás en el escrito original estuviese la idea de resaltar la figura de juez supremo de la diócesis que es el Obispo.
            Todos los oficiales que participan en el proceso las acciones ordinarias y extraordinarias, son explicadas con las palabras de quien sabe hacerlas comprender dentro de la importancia que tienen para el buen desarrollo del proceso.
            Importante y de agradecer es la parte dedicada a las diferentes pruebas que se pueden presentar en el proceso, y que serán en la mayoría de las ocasiones las que ayuden a alcanzar la certeza objetiva de la decisión última que los jueces o el juez deberán tomar.
            Para el orden de la obra hubiera sido interesante que tras el capítulo dedicado a las pruebas, muy bien desarrollado como no cabría esperar otra cosa y antes de la publicación, valoración etc. de las mismas, hubiera sido interesante que el capítulo dedicado a la prueba testifical, pericias y otros tipos de pruebas hubieran tenido su sitio en la obra con anterioridad dándole un cuerpo más sistematizado a la misma.
            Destacar el capítulo dedicado a la certeza moral requerida para administrar sentencia, ya afirmativa o negativa no sólo afirmativa, la misma certeza se ha de tener para una o la otra, capítulo muy bien desarrollado moral y filosóficamente, y añadiendo tanto lo que la Dignitas Connubii como el M.P. señalan al respecto, pero sigue sin dar respuesta a como alcanza la certeza el juez en el proceso breve, ya que si, como señala el autor, la certeza moral se puede alcanzar bien por el estudio de los autos, por la escucha de los testigos o la comprobación de las pruebas que se presenten, si el juez único, el Obispo diocesano, no ha tenido acceso a las mismas, queda un poco oscuro como alcanza esa certeza. No cabe duda que es un estudio que se deberá realizar a posteriori.
            Por supuesto la parte más novedosa de la obra es el comentario amplio y detallado del M.P. “Mitis Iudex Dominus Iesus”, el cual muestra con detenimiento las finalidades que el Santo Padre desea alcanzar con el mismo dentro de los procesos, las novedades que aporta y todo ello explicado dentro de un leguaje ágil de profesor que sabe transmitir con una gran experiencia. Los que hemos escuchado muchas veces al profesor García Faílde echamos en falta una conclusión sobre las posibles limitaciones del mismo, que no ha dudado en resaltar en sus conferencias y que hubieran servido en esta magna obra como colofón a un gran estudio.
            Es muy de agradecer los apéndices con todo tipo de formularios que hacen de la obra un libro necesario en todas las sedes de los tribunales eclesiásticos.
            En definitiva una obra, como digo, imprescindible en las sedes de los tribunales y en las bibliotecas de los centros de estudio, no sólo en las facultades de derecho canónico sino en los centros teológicos en los que como indica la reciente Instrucción sobre los estudios de derecho canónico de 27 de abril, se deben potenciar el conocimiento del proceso matrimonial canónico no sólo para especialistas sino entre aquellos que de alguna manera pueden ser agentes canónicos  que ayuden a los fieles en situación irregular a acercarse a los procesos matrimoniales.
            Felicitamos nuevamente al autor y a la editorial por la edición de tan magna obra y esperamos que haya sido acogida como bien se merece, una obra tan importante.
            
 García Failde J.J., Nuevo tratado de derecho procesal canónico (Código de Derecho Canónico, Instrucción “Dignitas Connubii” M.P. “Mitis Iudex Dominus Iesus”), Ediciones Universidad San Dámaso, Madrid 2018, 960 pp., 17x24 cm. 

jueves, 4 de octubre de 2018

San Oscar Romero


            Normalmente en el mes de octubre presentamos un libro de san Francisco de Asís, pero este año queremos presentar uno sobre el arzobispo Oscar Romero que será canonizado el próximo 14 de octubre, por el Papa Francisco.
            Presentamos esta obra porque no sólo es una biografía sino que son lecciones de una vida entregada a Dios y culminada en el martirio al entregar su vida por la justicia de su pueblo salvadoreño.
            La obra se introduce con una presentación de lo que se pretende en la misma y sobre todo destacando el papel de monseñor Alberto Iniesta para desde Vallecas movilizarse desde el apoyo de la comunidad cristiana para estar presente en el Salvador en el entierro de Monseñor Romero.
            Tras ello, como no puede ser de otra manera nos encontramos una contextualización del momento que se vivía en aquellos años, tanto en la Iglesia como en la sociedad, de un modo especial en los países centroamericanos y su relación con el vecino del norte y su implicación en las situaciones políticas que se daban en aquellos países.
            A partir de aquí, el autor nos habla en cuatro lecciones de los valores que marcaron la vida de Monseñor Romero y como esos valores trató de hacérselos llegar a su pueblo y sobre todo de vivirlos con ellos y morir con ellos.
            Nos habla de cómo en primer lugar Monseñor Romero se hace consciente de la realidad de su pueblo, se encuentra con el rostro del que sufre y como se inicia en la práctica de acompañarlos de vivir los sentimientos que ellos viven y compartirlos.
            La segunda lección, es que compartir los sentimientos es vivir con ellos, caminar con ellos sufriendo las injusticias que afrentan a su pueblo, desde la sociedad, no es una lucha individual es el pueblo que debe organizarse para hacer frente a la tiranía.
            En tercer lugar, no es sólo un movimiento político sino humanizador, donde la persona es el centro a la que se ayuda a desarrollarse, desde el perdón entre los hombres y mujeres del pueblo salvadoreño, siendo conscientes del sufrimiento y la persecución que se da entre la gente. Se necesita concienciar para que salga a la calle y no témanla represión y puedan construir una sociedad en paz.
            La cuarta lección, como no puede ser de otra manera y es la que vivió es el ejemplo de una vida entregada hasta el final. Usa la palabra para decir la verdad desde el balcón del pulpito, donde su voz llega a toda la nación. Desde ahí, denuncia la injusticia y lo hace desde la credibilidad moral, la autoridad moral que le da el haber estado al lado del pueblo oprimido al que con su ejemplo, vida y sangre lo ha acompañado.
            Termina la obra haciendo una reflexión sobre los puntos en común de Monseñor Romero y el Papa Francisco. Quizás si el libro se hubiese terminado en nuestros días la semejanza se hubiese realizado con los obispos de Venezuela y Nicaragua dando el ejemplo al lado del pueblo frente a los tiranos que lo persigue y asesina y sufriendo la Iglesia la persecución.
            En definitiva un libro muy interesante para conocer a este nuevo santo de la Iglesia que dio su vida con su pueblo y lo hizo desde el ejemplo y la compañía de quién se siente querido por Cristo.


San Romero de los derechos humanos. Lecciones éticas, desafío educativo
Luis Aranguren Gonzalo
Ed. San Pablo, Madrid 2017
 



martes, 15 de mayo de 2018

Veinticinco años no son nada








            Hoy hace veinticinco años que me pusieron la casulla de la foto por primera vez, y llegado a esta fecha hay mucho que celebrar y mucho que dar gracias a Dios.

No cabe duda que la ordenación es un don de Dios, al que debemos responder cada día, hasta veinticinco años y muchos más, pero si se vive desde el espíritu de San Francisco de Asís es un regalo mucho más enriquecido y supervitaminalizado (que decían los dibujos animados de nuestra infancia).

En esa ordenación estaban presentes muchos hermanos que ya nos contemplan desde el cielo, entre otros el P. Chavero, P. Miguel Rodeño, P. Tovar, P. Ángel Nicolás. Los cuatro a su manera me acompañaron en mis primeros años de franciscanismo.

Mi primer destino fue Lorca, donde la pastoral de la parroquia, las excursiones con los críos. Todavía recuerdo aquella pequeñaja agarrada a mi chaqueta para no caerse en el autobús de línea (las excursiones no son como ahora todo organizado, eran otros tiempos) porque no alcanzaba a garrarse a ningún sitio y que ahora ya está casada y hecha toda una madre. Fue un tiempo de aprender y de agradecer a la comunidad franciscana y a la comunidad parroquial.

Desde allí pasé a Santa Catalina, la formación, la secretaría del ITM y los fines de semana en Albacete, Almería, Cehegín, Baza, parroquias franciscanas donde los superiores me mandaban entre otras cosas a que Ángel me enseñara a bautizar porque eso era algo que solo los párrocos sabían hacer, desde el cielo se acordará de mi estampa, por recordarlo.

            No cabe duda que la mayor parte de mi ministerio se la ha llevado el Instituto Teológico de Murcia OFM y las muchas personas que han pasado por allí, como alumnos, como profesores, aquellos que han asistido a las conferencias que hemos organizado. 

Ha sido una gran labor de presencia del franciscanismo de Murcia en la sociedad y en la Universidad, ha posibilitado el diálogo con muchas personas de diferentes signos y tendencias, algunos con el deseo de acabar con nosotros, de un extremo y del otro, como si nosotros viviésemos por la competencia. 

Se equivocan, la razón de ser del ITM es la de formar a los cristianos para que la fe se refuerce y se anuncie a los demás, es la gran tarea del laico en la Iglesia, como hace unos días nos recordaba el Papa Francisco, la Iglesia necesita a los laicos formados y dispuestos al diálogo con las ciencias y con nuestra sociedad cada día más secularizada.

            Esa ha sido mi tarea en el Centro de Estudios Superiores franciscanos de España y Portugal y de momento aquí seguiremos con virtudes y bastantes defectos.

            Son veinticinco años de sacerdocio como regalo de Dios, que no puedo terminar sin hacer presente a mi tío Faustino que me enseñó que ser sacerdote es estar con el pueblo y dedicarle tiempo, y a mi primo Jorge Gerardo que también decidió seguir a Cristo desde el servicio sacerdotal.

            Sería ingrato si no recuerdo a mis padres que han estado a mi lado en este caminar franciscano y sacerdotal y a mi hermana, la vocación se la da Dios a uno pero se vive y nace en la familia y yo estoy orgulloso de la mia.

            Y como entonces, también hoy veinticinco años después, le doy las gracias a mi superior de comunidad, hemos cambiado de comunidad pero vuelve a ser mi superior tras tantos años de vivencia franciscana por el amor a la Provincia, a la Iglesia y a potenciar el ITM y sobre todo a tratar con cercanía a todas las personas que pasan por su puerta.

Ea, hasta dentro de veinticinco años.