martes, 15 de mayo de 2018

Veinticinco años no son nada








            Hoy hace veinticinco años que me pusieron la casulla de la foto por primera vez, y llegado a esta fecha hay mucho que celebrar y mucho que dar gracias a Dios.

No cabe duda que la ordenación es un don de Dios, al que debemos responder cada día, hasta veinticinco años y muchos más, pero si se vive desde el espíritu de San Francisco de Asís es un regalo mucho más enriquecido y supervitaminalizado (que decían los dibujos animados de nuestra infancia).

En esa ordenación estaban presentes muchos hermanos que ya nos contemplan desde el cielo, entre otros el P. Chavero, P. Miguel Rodeño, P. Tovar, P. Ángel Nicolás. Los cuatro a su manera me acompañaron en mis primeros años de franciscanismo.

Mi primer destino fue Lorca, donde la pastoral de la parroquia, las excursiones con los críos. Todavía recuerdo aquella pequeñaja agarrada a mi chaqueta para no caerse en el autobús de línea (las excursiones no son como ahora todo organizado, eran otros tiempos) porque no alcanzaba a garrarse a ningún sitio y que ahora ya está casada y hecha toda una madre. Fue un tiempo de aprender y de agradecer a la comunidad franciscana y a la comunidad parroquial.

Desde allí pasé a Santa Catalina, la formación, la secretaría del ITM y los fines de semana en Albacete, Almería, Cehegín, Baza, parroquias franciscanas donde los superiores me mandaban entre otras cosas a que Ángel me enseñara a bautizar porque eso era algo que solo los párrocos sabían hacer, desde el cielo se acordará de mi estampa, por recordarlo.

            No cabe duda que la mayor parte de mi ministerio se la ha llevado el Instituto Teológico de Murcia OFM y las muchas personas que han pasado por allí, como alumnos, como profesores, aquellos que han asistido a las conferencias que hemos organizado. 

Ha sido una gran labor de presencia del franciscanismo de Murcia en la sociedad y en la Universidad, ha posibilitado el diálogo con muchas personas de diferentes signos y tendencias, algunos con el deseo de acabar con nosotros, de un extremo y del otro, como si nosotros viviésemos por la competencia. 

Se equivocan, la razón de ser del ITM es la de formar a los cristianos para que la fe se refuerce y se anuncie a los demás, es la gran tarea del laico en la Iglesia, como hace unos días nos recordaba el Papa Francisco, la Iglesia necesita a los laicos formados y dispuestos al diálogo con las ciencias y con nuestra sociedad cada día más secularizada.

            Esa ha sido mi tarea en el Centro de Estudios Superiores franciscanos de España y Portugal y de momento aquí seguiremos con virtudes y bastantes defectos.

            Son veinticinco años de sacerdocio como regalo de Dios, que no puedo terminar sin hacer presente a mi tío Faustino que me enseñó que ser sacerdote es estar con el pueblo y dedicarle tiempo, y a mi primo Jorge Gerardo que también decidió seguir a Cristo desde el servicio sacerdotal.

            Sería ingrato si no recuerdo a mis padres que han estado a mi lado en este caminar franciscano y sacerdotal y a mi hermana, la vocación se la da Dios a uno pero se vive y nace en la familia y yo estoy orgulloso de la mia.

            Y como entonces, también hoy veinticinco años después, le doy las gracias a mi superior de comunidad, hemos cambiado de comunidad pero vuelve a ser mi superior tras tantos años de vivencia franciscana por el amor a la Provincia, a la Iglesia y a potenciar el ITM y sobre todo a tratar con cercanía a todas las personas que pasan por su puerta.

Ea, hasta dentro de veinticinco años.

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