En este mes de noviembre he tenido la gran fortuna de poder visitar nuevamente a los hermanos franciscanos de la Fundación del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala y Costa Rica, pertenecientes jurídicamente a la Provincia Franciscana de Cartagena (España).
Visitar aquellas tierras invita al regresar a hacer un doble análisis tanto religioso como social. A nivel eclesial, siempre llama la atención la fe de unos pueblos que sienten su ser católico como elemento de distinción y motivo de orgullo. Las celebraciones están llenas de participación de los laicos donde sin remilgos participan en los cantos, en las moniciones a las lecturas, sabiendo ocupar su lugar en cada celebración pero haciendo que sea una celebración de toda la comunidad.
Una de las cosas que siempre me han llenado al visitar aquellas tierras es la facilidad y confianza que tienen en la celebración del sacramento de la reconciliación, no tienen problema en acercarse a la confesión, no como un mero rito sino necesitados de la gracia de Dios para poder participar plenamente de la celebración eucarística comunitaria.
Pero como decía también se debe hacer un análisis social, en una tierra rica que sin embargo se ve inundada de pobrezas y delincuencia. Entre Costa Rica y Guatemala, las diferencias en la manera de afrontar esa violencia son palpables.
Se observa que lo que hace a la juventud resistirse a los mundos “fáciles” de la droga y del dinero de la extorsión es la educación. Se echa de menos en Guatemala un sistema educativo fuerte y que llegue a todos los niveles de la sociedad. De nuevo, nos damos cuenta que los gobiernos no llegan a cubrir estas necesidades, y sigue siendo la Iglesia la que, como hizo en un principio, abre los campos educativos para niños, jóvenes y universitarios.
Es increíble que se hable del hambre en Guatemala, cuando esa tierra pueda estar dando continuamente cosechas. Con los programas de desarrollos de cultivo que se llevan a cabo supondría varias cosechas, si bien la alimentación básica requiere un cambio, si no de productos si del modo de plantarlos y de la manufacturación de los mismos.
El progreso de estos pueblos centroamericanos llegará únicamente cuando ellos mismos se crean que son capaces de vivir, no sólo el día a día sino que son capaces de construir el futuro. Es cierto que es otra cultura y otra mentalidad bien distinta a la europea, pero el cambio social vendrá cuando ellos se lo crean, y como siempre tendrán a su lado a los hermanos franciscanos, que están dejando allí su vida, y estarán siempre al lado del pueblo, lo bueno es que ellos lo saben.
Visitar aquellas tierras invita al regresar a hacer un doble análisis tanto religioso como social. A nivel eclesial, siempre llama la atención la fe de unos pueblos que sienten su ser católico como elemento de distinción y motivo de orgullo. Las celebraciones están llenas de participación de los laicos donde sin remilgos participan en los cantos, en las moniciones a las lecturas, sabiendo ocupar su lugar en cada celebración pero haciendo que sea una celebración de toda la comunidad.
Una de las cosas que siempre me han llenado al visitar aquellas tierras es la facilidad y confianza que tienen en la celebración del sacramento de la reconciliación, no tienen problema en acercarse a la confesión, no como un mero rito sino necesitados de la gracia de Dios para poder participar plenamente de la celebración eucarística comunitaria.
Pero como decía también se debe hacer un análisis social, en una tierra rica que sin embargo se ve inundada de pobrezas y delincuencia. Entre Costa Rica y Guatemala, las diferencias en la manera de afrontar esa violencia son palpables.
Se observa que lo que hace a la juventud resistirse a los mundos “fáciles” de la droga y del dinero de la extorsión es la educación. Se echa de menos en Guatemala un sistema educativo fuerte y que llegue a todos los niveles de la sociedad. De nuevo, nos damos cuenta que los gobiernos no llegan a cubrir estas necesidades, y sigue siendo la Iglesia la que, como hizo en un principio, abre los campos educativos para niños, jóvenes y universitarios.
Es increíble que se hable del hambre en Guatemala, cuando esa tierra pueda estar dando continuamente cosechas. Con los programas de desarrollos de cultivo que se llevan a cabo supondría varias cosechas, si bien la alimentación básica requiere un cambio, si no de productos si del modo de plantarlos y de la manufacturación de los mismos.
El progreso de estos pueblos centroamericanos llegará únicamente cuando ellos mismos se crean que son capaces de vivir, no sólo el día a día sino que son capaces de construir el futuro. Es cierto que es otra cultura y otra mentalidad bien distinta a la europea, pero el cambio social vendrá cuando ellos se lo crean, y como siempre tendrán a su lado a los hermanos franciscanos, que están dejando allí su vida, y estarán siempre al lado del pueblo, lo bueno es que ellos lo saben.
(Publicado en Religión Digital el 5 de diciembre de 2009)
El potencial de cada uno de nosotros,como me emociona leer tus opiniones, haces un analis atinado. Nos alegra su visita y la publicación de tu opinon. Cuando nos la creamos mmm que frasecilla hermano, jeje, por ahi senti y senti que es cierto, pura vida hermano. Juan Alberto joven ,Costarricense.
ResponderEliminarEs un placer saludar a un Tico, las dos veces que he estado en esa tierra me ha calado, algo tienen los ticos especial, como también los guatemaltecos, pero de otra forma, un placer saludarle
ResponderEliminarYo sin embargo creo que ellos por sí solos no pueden. Más bien creo que no vendría mal una nueva colonización. No me da corte decir esto, ya que en mi país natal, Bosnia Herzegovina, pasa otro tanto de lo mismo. Tienes simplemente un atajo de corruptos que te gobiernan, y eso es todo. Cambiarlo, es muy difícil. Por eso pienso que es necesario que se dote de estructura de estado de derecho efectivo a esos países. Pero eso es imposible sin una colaboración decidida de aquellos países que tienen recursos culturales y sociales para ello. Es curioso observar como la colonización de la España de los Reyes Católicos hizo tanto progreso en aquellos tiempos. En cambio, con la burguesía del siglo XIX y los movimientos independentistas que pretendían únicamente su propio provecho, hay un retroceso efectivo. Tal vez la situación pasa por la educación de la inteligencia propia de esos pueblos, por con tal de que tengan el espíritu de servicio, y no de estudiar y formarse, para luego servirse de los otros. Creo que por allí puede venir algo positivo. Un saludo.
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