Querid@s herman@s: ¡Paz y Bien!
La memoria de una Navidad nueva nos invita a ponernos una vez más en camino. Camino que, además de llevarnos a lo esencial de nuestra experiencia de fe y de nuestra espiritualidad, nos lleve también a responder a las exigencias más profundas de nuestra sociedad. Lo nuestro es un constante volver a empezar, o mejor, volver a los orígenes. Porque es ahí donde vuelve a resonar fuerte en nuestros corazones la llamada apremiante a nacer de nuevo, a no domesticar las palabras proféticas del Evangelio para adaptarlas a un estilo de vida cómodo. Sólo así podremos sentir desde dentro, con la fuerza liberadora del Evangelio, nuestro camino fragmentado, desigual, hambriento de sentido, tal como hicieron en su tiempo los fundadores de nuestros carismas. En su seguimiento es como seremos nosotros signos de vida legibles para un mundo sediento de un cielo nuevo y una tierra nueva.
Los personajes y signos de este tiempo litúrgico nos hablan de ponerse en camino, de búsqueda, de escucha de promesas, de estrellas guiadoras, de esperas y esperanzas, de vigías y centinelas, de fronteras y limitaciones, historias y experiencias, ternuras y soledades… como espejos en los que podemos contemplarnos y verificar nuestro estado de madurez. En la navidad Dios cruza la frontera, y se convierte en llamada para un continuo esfuerzo por cruzar fronteras que nos permitirá habitar las fisuras de un mundo fragmentado, caracterizado muchas veces por la discriminación, la exclusión y la violencia, sea física, psíquica o ideológica. Es desde estos desafíos que se ponen ante nosotros desde donde estamos llamados a llevar a cabo una seria revisión de nuestra misión evangelizadora, y a iniciar, con lucidez y audacia, caminos inéditos de presencia y testimonio.
Celebrar de nuevo la Navidad ha de significar una vuelta a lo esencial, a la infancia espiritual, la que hace posible la confianza, el abandono, la sencillez, la inocencia, la esperanza, la alegría, la ternura, la sonrisa… y el futuro, es decir: Dios. Él, que se hace ahora el más pequeño, engrandezca vuestras vidas. ¡Feliz Navidad!
La memoria de una Navidad nueva nos invita a ponernos una vez más en camino. Camino que, además de llevarnos a lo esencial de nuestra experiencia de fe y de nuestra espiritualidad, nos lleve también a responder a las exigencias más profundas de nuestra sociedad. Lo nuestro es un constante volver a empezar, o mejor, volver a los orígenes. Porque es ahí donde vuelve a resonar fuerte en nuestros corazones la llamada apremiante a nacer de nuevo, a no domesticar las palabras proféticas del Evangelio para adaptarlas a un estilo de vida cómodo. Sólo así podremos sentir desde dentro, con la fuerza liberadora del Evangelio, nuestro camino fragmentado, desigual, hambriento de sentido, tal como hicieron en su tiempo los fundadores de nuestros carismas. En su seguimiento es como seremos nosotros signos de vida legibles para un mundo sediento de un cielo nuevo y una tierra nueva.
Los personajes y signos de este tiempo litúrgico nos hablan de ponerse en camino, de búsqueda, de escucha de promesas, de estrellas guiadoras, de esperas y esperanzas, de vigías y centinelas, de fronteras y limitaciones, historias y experiencias, ternuras y soledades… como espejos en los que podemos contemplarnos y verificar nuestro estado de madurez. En la navidad Dios cruza la frontera, y se convierte en llamada para un continuo esfuerzo por cruzar fronteras que nos permitirá habitar las fisuras de un mundo fragmentado, caracterizado muchas veces por la discriminación, la exclusión y la violencia, sea física, psíquica o ideológica. Es desde estos desafíos que se ponen ante nosotros desde donde estamos llamados a llevar a cabo una seria revisión de nuestra misión evangelizadora, y a iniciar, con lucidez y audacia, caminos inéditos de presencia y testimonio.
Celebrar de nuevo la Navidad ha de significar una vuelta a lo esencial, a la infancia espiritual, la que hace posible la confianza, el abandono, la sencillez, la inocencia, la esperanza, la alegría, la ternura, la sonrisa… y el futuro, es decir: Dios. Él, que se hace ahora el más pequeño, engrandezca vuestras vidas. ¡Feliz Navidad!
Fr. Saturnino Vidal Abellán, ofm
Presidente de CONFRES-Murcia
FELIZ NAVIDAD.
ResponderEliminarDIOS LE BENDIGA.