Mañana 27 de abril van a ser canonizados Juan XXIII y Juan
Pablo II, como bien decía Navarro Vals en días pasados no se les hace santos,
santos ya eran, lo que se hace es declarar su santidad.
Santidad que en Juan XXIII se ve reflejada en la sencillez
de una vida entregada al servicio de la Iglesia, como si pasase por allí y no
fuese con él. Humildad con la que le ha llegado esta declaración de su santidad.
En estas horas previas a su canonización he leído y releído el llamado “Discurso
a la luna”, en el que de un modo sencillo, como fue toda su vida de entrega a
la Iglesia, nos recuerda en aquellos hombre y mujeres que llenaban la Plaza de
San Pedro aquella noche de un 11 de octubre de 1962, sí sabemos lo que somos,
si nos acordamos que somos cristianos.
Nos señalaba, con el cariño y ternura de un padre, que somos
llamados a difundir la verdad y la paz cristianas, somos cristianos, esta es
nuestra tarea, “id y anunciad el Evangelio” desde la humildad de quién sabe que
está acompañado por Cristo.
Recordar que este anuncio debemos hacerlo recordando que somos
hermanos y por tanto, miembros de una misma familia, cada uno con una misión,
pero todos caminado en una misma dirección, iluminados por la luz de Cristo y
queriendo ser fieles a Él que ha hecho tanto por nosotros.
Amemos y sintamos cerca a la Virgen nuestra Madre que nos
muestra a su hijo, con la alegría de las familias cristianas, sed cristianos
alegres gozosos de vuestros hijos, padres, amaos unos a otros, perdonaos, no
seáis insensibles a las necesidades de los demás, caminar juntos, y que las
dificultades del camino sean un motivo para esforzarnos juntos y superar las
dificultades unidos.
Nos invitaba Juan XXIII en aquella noche a vivir la Fe,
esperanza, caridad, amor de Dios, amor de hermanos, y desde esa plenitud de
Amor ser capaces de llevar nuestra vida a ser constructores de paz y de bien,
que las obras del bien inunden nuestras vidas cristianas.
Que nuestras palabras estén repletas de ternura, acojamos,
abracemos, demos una caricia al hermano que llora pero siempre mostrando a
Cristo que nos escucha y ayuda a continuar en nuestro camino.
Estas palabras solo nacen de un corazón lleno de Dios, de un
terciario franciscano que escuchó a san Francisco de Asís y lo hizo vida. No,
no se le hace santo, se declara una santidad vivida y entregada a Dios en el
servicio de los hombres y mujeres de su tiempo.
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