En
está última semana he tenido la suerte de poder asistir a dos conferencias que
giraban en torno a la mujer en nuestra sociedad.
Una la impartida por Benigno Blanco, presidente nacional del Foro de la Familia, en el Instituto Teológico de Murcia OFM y otra este viernes pasado en Roma organizado por los estudiantes de la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Antonianum de Roma, impartida por Constanza Miriano, periodista y escritora, en España conocida por la polémica suscitada por la edición de su libro “Cásate y se sumisa” que fue criticada y exaltada por muchos, bastantes de ellos posiblemente ni sepan de que color son las tapas del libro, es decir, críticos sin leer.
Una la impartida por Benigno Blanco, presidente nacional del Foro de la Familia, en el Instituto Teológico de Murcia OFM y otra este viernes pasado en Roma organizado por los estudiantes de la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Antonianum de Roma, impartida por Constanza Miriano, periodista y escritora, en España conocida por la polémica suscitada por la edición de su libro “Cásate y se sumisa” que fue criticada y exaltada por muchos, bastantes de ellos posiblemente ni sepan de que color son las tapas del libro, es decir, críticos sin leer.
A
pesar de lo que pueda parecer fueron dos conferencias distintas, una la
realizada por alguien con alma de político donde a pesar de presentar con mucho
detalle el anteproyecto de una nueva ley del aborto, que pensaba que se iba a
respetar tenía que llegar a concluir que no sólo no se puede considerar una ley
menos mala, sino que es mala de por sí porque toda ley que fomente el aborto y
por tanto el asesinato de personas indefensas no deja de ser una ley
abominable.
Sin
embargo, desde su mentalidad de político, creía que el Estado puede y debe
modificar las leyes para que la mujer se sienta defendida y avalada en su deseo
de ser madre. Señalaba la necesidad de leyes que defiendan la maternidad, que
permitan que la mujer pueda desarrollar su papel de madre y de mujer
trabajadora.
Todo ello lo decía con un énfasis casi convincente, si no fuese porque a la misma hora que estaba hablando el gobierno regional de una región española favorecía el despido de la mujer embarazada, frente a aquella que renunciaba a su maternidad por el trabajo.
Todo ello lo decía con un énfasis casi convincente, si no fuese porque a la misma hora que estaba hablando el gobierno regional de una región española favorecía el despido de la mujer embarazada, frente a aquella que renunciaba a su maternidad por el trabajo.
No
cabe duda que lo presentado por Benigno Blanco sería lo ideal, pero los estados
y los sistemas económicos que mueven el mundo no están por la labor de
considerar el valor de la familia como un valor determinante en nuestra
sociedad y además capaz de construir a nuestra sociedad.
Por
ello, la conferencia de Constanza, fue mucho más realista, entre otras cosas
porque lo pronunció alguien que es madre de cuatro hijos y que trabaja y por tanto sabe de las dificultades de cada día para poder compaginar y llevar las dos
realidades a buen puerto.
Ante
la pregunta de cual era su consideración con lo dicho unos días antes por
Benigno Blanco ella indicaba con toda claridad su poca confianza en las fuerzas
políticas, aquí sólo sirve el apoyo personal, el sentirse al lado de la mujer
embarazada y que aquellos que son jefes de las empresas entiendan de la
necesidad de ayudar y facilitar dicha realización de la mujer. Los sistemas
económicos que nos rigen no aceptan a la mujer que tiene hijos porque no la
consideran un instrumento productivo.
Señalaba
Constanza la necesidad por parte de la mujer, y que tanto mal le ha causado a
la misma, de superar el victimismo de sentirse infravalorada. Se sabe que es
real y que se ha dado en muchos momentos una situación de desigualdad, pero
encerrarse en considerarse víctima hace que no se sea capaz de desarrollar las
grandes virtudes y capacidades que tiene la mujer y que puede aportar al mundo
laboral y eclesial. En definitiva se trata de caminar juntos en cercanía pero con
la diversidad que hombre y mujer puede aportar.
Ella
señalaba el gran daño que puede ocasionar las leyes de paridad, no se trata de
que haya mujeres en puestos de poder para acallar bocas, se trata que haya
mujeres capaces de desarrollar bien su trabajo y que puedan ocupar puestos de
responsabilidad en los gobiernos y las empresas, y por que no, en la misma
Iglesia al frente de algún Pontificio Consejo como puede ser el de la familia.
En
definitiva las mujeres al frente de órganos de responsabilidad no por cumplir
un expediente sino por estar bien preparadas.
Dos
conferencias que nos presentan la necesidad de defender la mujer como madre, no
podemos olvidar que ellas son las primeras evangelizadoras, porque enseñan a
los hijos la fe antes que cualquier sacerdote o catequista y que muestran un
rostro eclesial mas amable y cercano a las necesidades reales de los hombre, lo
cual hace superar también los miedos a que la mujer este presente en la vida de
la Iglesia, recordando que lo importante no es la mirada inquisidora de los
hombre sino la mirada misericordiosa de Dios.
Ambos
conferenciantes nos exhortaban a trabajar para que en nuestra sociedad fomentemos
dicha maternidad “perdiendo” el tiempo con aquellas que se pueden sentir solas
en el momento de afrontar la maternidad y apoyando a las asociaciones que
trabajan en esta línea como bien puede ser Red Madre, para que podamos seguir
considerando la maternidad y a la mujer que es madre como un don que construye
la sociedad y a la Iglesia.
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