“Y si quiero ser monja porque el mundo se pone en mi contra,
mis compañeras de estudio me dicen que estoy loca y mi familia me dice que
me han comido la sesera. Y lo más raro es que pertenezco a una familia
cristiana que vive su fe y estudio en un Centro Universitario con un ideario católico.”
Con estas palabras se me acercaba una joven llena de ilusión
por responder a la llamada de Dios, hablando con ella fui descubriendo que su
deseo no era transformar el mundo con obras ni gastarse toda una vida en orar
por el bien del mundo, lo único que deseaba era ser capaz de responder a la
llamada de Dios y siendo generosa renunciar a todo por esa bondad que Dios
tenía con ella.
En este día de la Vida Consagrada me viene a la cabeza este
recuerdo porque esta forma de Vida en la Iglesia en los tiempos que vivimos es
la gran desconocida. Ahora la respuesta a Dios está en pertenecer a los nuevos
movimientos eclesiales que van a cambiar el mundo llevando la presencia de Dios
en la sociedad y la Iglesia.
Pero la Vida Consagrada va mucho más allá, como decía
aquella joven, no se trata de cambiar el mundo sino de ser fiel a lo que Dios
quiere de nosotros, Él marcará nuestro caminar y nosotros hemos de atrevernos a andar
ese camino dejándonos hacer y llevar por Dios para que Él pueda ir saludando a los
hombres y mujeres de nuestro tiempo con los que nos crucemos en nuestro
caminar, y no sólo desde la tarea asistencial o educativa sino también desde la
vida contemplativa que hace de la presencia y el crecimiento de Dios dentro de
las personas lo primero de la vida de entrega.
La Vida Consagrada es Iglesia y como tal obra de Dios, y los
consagrados tenemos la ingente tarea de llenarnos de Él y al final de nuestros
días poder darle las gracias porque lo hemos tenido en nuestros brazos y se lo hemos
mostrado con alegría a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario