Estos días he tenido la suerte de poder encontrarme con hermanos de países donde ser católico es todo un reto, donde la Iglesia es perseguida en el pleno sentido de la palabra, donde enviar un correo-e es casi constitutivo de delito. Sin embargo, y a pesar de todo ello lo más enriquecedor de encontrarse con ellos es la fe que tienen.
Estos hermanos se sienten Iglesia católica y viven su ser franciscano, desde el carisma de estar con los sencillos del pueblo de Dios y compartir con ellos su fe. Son una Iglesia muy bien organizada, donde el papel de la familia es fundamental para entender la necesidad de esa organización.
En estos días nos ha llegado la noticia de cómo la Iglesia de Cuba con su cardenal Jaime Ortega, era recibido por el dictador cubano y se atisbaba un acercamiento que beneficiaría a los presos en cárceles cubanas por delitos de pensamiento. Que a nadie se le ocurra que el comunismo va a desaparecer de la isla, tampoco eso es lo que pretende la Iglesia cubana, pero sí que se respete la vida de aquellos presos que tan difíciles momentos están viviendo. Desde luego que es muy posible que lo consiga la Iglesia.
Esa libertad que ni siquiera los grandes políticos han conseguido para estas gentes a los que se les ha llegado a tildar de delincuentes comunes, lo pueden alcanzar la jerarquía católica, esa Iglesia que los políticos y los “estómagos agradecidos” del sindicato de la ceja de nuestra nación están mancillando por el delito de unos cuantos, muy pocos por cierto, y con lo que pretenden conseguir desviar la atención de una crisis que está hundiendo al país y ante la que ellos no han sabido reaccionar a tiempo.
La Iglesia perseguida siempre es una Iglesia que sale fortalecida de la adversidad, que siente con fuerza su fe y la sabe vivir, para los católicos europeos son un testimonio al que dirigir nuestras miradas, para recuperar la necesidad de la organización y del orden como reflejo de una vida interior plena de Dios.
Estos hermanos se sienten Iglesia católica y viven su ser franciscano, desde el carisma de estar con los sencillos del pueblo de Dios y compartir con ellos su fe. Son una Iglesia muy bien organizada, donde el papel de la familia es fundamental para entender la necesidad de esa organización.
En estos días nos ha llegado la noticia de cómo la Iglesia de Cuba con su cardenal Jaime Ortega, era recibido por el dictador cubano y se atisbaba un acercamiento que beneficiaría a los presos en cárceles cubanas por delitos de pensamiento. Que a nadie se le ocurra que el comunismo va a desaparecer de la isla, tampoco eso es lo que pretende la Iglesia cubana, pero sí que se respete la vida de aquellos presos que tan difíciles momentos están viviendo. Desde luego que es muy posible que lo consiga la Iglesia.
Esa libertad que ni siquiera los grandes políticos han conseguido para estas gentes a los que se les ha llegado a tildar de delincuentes comunes, lo pueden alcanzar la jerarquía católica, esa Iglesia que los políticos y los “estómagos agradecidos” del sindicato de la ceja de nuestra nación están mancillando por el delito de unos cuantos, muy pocos por cierto, y con lo que pretenden conseguir desviar la atención de una crisis que está hundiendo al país y ante la que ellos no han sabido reaccionar a tiempo.
La Iglesia perseguida siempre es una Iglesia que sale fortalecida de la adversidad, que siente con fuerza su fe y la sabe vivir, para los católicos europeos son un testimonio al que dirigir nuestras miradas, para recuperar la necesidad de la organización y del orden como reflejo de una vida interior plena de Dios.
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