En estos días en los que he tenido la gran fortuna de visitar los restos arqueológicos de la cultura maya en el Tikal, zona del Petén al norte de Guatemala, me han hablado de los amores mayas.
Son cuatro estos amores, el primero es el de llamar al ser sobrenatural el "Creador" es creador porque todo lo que nos rodea desde el cielo, la tierra y el inframundo, el mundo subterráneo, como le dicen es obra de un ser superior cuya gran característica es el de haberlo creado todo. A él por tanto se le debe adoración y gratitud.
Pero hay un segundo amor para la cultura maya, es el amor a uno mismo, no en el sentido egoísta sino en el sentido de aceptarnos tal y como somos, no estar continuamente deseando lo que no somos y posiblemente nunca vayamos a ser, eso supondría en ocasiones perder toda una vida en ir detrás de fantasmas. El hombre debe amarse para sentirse parte de la creación y ser feliz, que es la meta y origen de toda la vida.
El tercer amor maya es el amor a los demás. Todo lo anterior sería egoísmo si sólo nos quedamos en nosotros y como mucho en nuestros diocesillos. La cultura maya al menos en su periodo clásico no es la guerrera que conocemos, invita a aceptar a los demás para vivir la fraternidad universal, únicamente desde la convivencia pacífica con los demás es como podemos sentirnos en paz con la creación y alcanzar un grado de espiritualidad y de comunión entre los hombres.
El cuarto amor maya hace referencia a la aceptación del tiempo que nos toca vivir, se trata de ser felices con lo que tenemos en cada momento con nuestro entorno, con la naturaleza y el espacio vital que el creador nos ha regalado para que seamos capaces de hacerlo fructificar.
Toda vez que uno escucha al abuelo explicarte los amores maya, uno piensa que bien se llevaría con san Francisco, y es que se trate de ser relativista o de decir que todo es lo mismo, no es eso, es únicamente que si alguién llamo a Dios Padre como creador ese fue el santo de Asís, que nos enseñó que solo se puede llegar a amar a Dios si nos aceptamos como somos y desde lo que somos con nuestras limitaciones pero también con nuestras grandezas.
Que es el único camino para entregarnos a los demás y mostrarles que alguien grande los acompaña y lo ha creado para ser testigos de su amor.
Y sobre todo que sólo aceptando lo que nos toca vivir en cada momento es como se puede afrontar la vida y los acontecimientos de la misma con mayor alegría y saber hacerles frente no desde el agotamiento sino desde la esperanza.
Son cuatro estos amores, el primero es el de llamar al ser sobrenatural el "Creador" es creador porque todo lo que nos rodea desde el cielo, la tierra y el inframundo, el mundo subterráneo, como le dicen es obra de un ser superior cuya gran característica es el de haberlo creado todo. A él por tanto se le debe adoración y gratitud.
Pero hay un segundo amor para la cultura maya, es el amor a uno mismo, no en el sentido egoísta sino en el sentido de aceptarnos tal y como somos, no estar continuamente deseando lo que no somos y posiblemente nunca vayamos a ser, eso supondría en ocasiones perder toda una vida en ir detrás de fantasmas. El hombre debe amarse para sentirse parte de la creación y ser feliz, que es la meta y origen de toda la vida.
El tercer amor maya es el amor a los demás. Todo lo anterior sería egoísmo si sólo nos quedamos en nosotros y como mucho en nuestros diocesillos. La cultura maya al menos en su periodo clásico no es la guerrera que conocemos, invita a aceptar a los demás para vivir la fraternidad universal, únicamente desde la convivencia pacífica con los demás es como podemos sentirnos en paz con la creación y alcanzar un grado de espiritualidad y de comunión entre los hombres.
El cuarto amor maya hace referencia a la aceptación del tiempo que nos toca vivir, se trata de ser felices con lo que tenemos en cada momento con nuestro entorno, con la naturaleza y el espacio vital que el creador nos ha regalado para que seamos capaces de hacerlo fructificar.
Toda vez que uno escucha al abuelo explicarte los amores maya, uno piensa que bien se llevaría con san Francisco, y es que se trate de ser relativista o de decir que todo es lo mismo, no es eso, es únicamente que si alguién llamo a Dios Padre como creador ese fue el santo de Asís, que nos enseñó que solo se puede llegar a amar a Dios si nos aceptamos como somos y desde lo que somos con nuestras limitaciones pero también con nuestras grandezas.
Que es el único camino para entregarnos a los demás y mostrarles que alguien grande los acompaña y lo ha creado para ser testigos de su amor.
Y sobre todo que sólo aceptando lo que nos toca vivir en cada momento es como se puede afrontar la vida y los acontecimientos de la misma con mayor alegría y saber hacerles frente no desde el agotamiento sino desde la esperanza.
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