Estimados
amigos, este mes os invito a leer un libro que nos introduce en el Año de la
Misericordia desde la experiencia de san Francisco de Asís. Es un ensayo del
profesor Francisco Martínez Fresneda, franciscano y profesor del Instituto
Teológico de Murcia OFM en torno a la carta que san Francisco dirige a un
Ministro.
Esta
recomendación viene dada porque muchas veces nos dedicamos a buscar fuera de
nuestra espiritualidad elementos que tenemos en nuestra propia familia y que
hace que esta Carta sea el mensaje más evangélico que sobre la misericordia se
haya podido enseñar.
El
estudio que hace el autor de la carta eminentemente es cristológico, no puede
ser de otra forma ya que san Francisco tiene a Cristo en el centro de su vida y
así quiere que sus hermanos lo vivan también. Por eso le recuerda al hermano
que su vida en semejanza con Cristo lleva consigo el sufrimiento que le viene
de fuera ante la incomprensión e incluso de sus mismos hermanos, también Cristo
soporta este sufrimiento como signo de fidelidad al amor del Padre de una vida
entregada por los demás.
Esta
respuesta no es sino la obediencia del Hijo al Padre que incluye la libertad
que decide asumir el sufrimiento y la entrega por el otro, mostrando como lo ve
el pensamiento franciscano una dimensión de servicio personal y social. Por
tanto, la obediencia es signo de una relación de amor, a la que san Francisco
invita al Ministro en su relación con los hermanos. Relación que sólo cabe que
sea amorosa, de ahí que la reflexión sobre la primera parte termine hablando de
la gracia: “quien no ama no ha conocido a Dios”.
La
segunda parte nos introduce en el amor y la contemplación: a pesar del
sufrimiento, la recomendación de san Francisco no puede ser otra cosa que el amor
y amar como Dios nos ama. Y un amor que no implica el abandono de la realidad
sino todo lo contrario, una implicación doble del hombre a Dios y de Dios hacia
el hombre.
Situados
en la creación y en la historia humana, san Francisco parte de una
transformación personal que le lleva a seguir a Cristo pobre y crucificado.
Seguimiento que implica una renovación en la vida personal sin tener que huir
sino más bien asumiendo a las criaturas como buenas por ser criaturas del
Creador.
Esta
visión de la creación conduce a la vida fraterna del mundo y los hombres no
solo como don de Dios sino como actitud que exige el dominio personal de la
soberbia y el orgullo, de tal modo que los hermanos manifiesten la humildad en
su vida y palabras.
La
tercera parte de la Carta es la dedicada a la Misericordia que el Ministro debe
tener siempre con el hermano díscolo, para ello el autor nos habla del triple
movimiento de Dios que lleva a la compasión, consolación y misericordia y que
se expresa en san Francisco al hablar de la vida nueva en el Señor, reflejada
en la fraternidad lugar de expresión de la experiencia del perdón, y donde la
justicia se convierte en inicio de la conversión para aquel que se arrepiente e
inicia el camino de la conversión al recibir la misericordia del que lo acoge.
La
Misericordia nunca se puede entender como un acto individual sino comunitario,
por ello san Francisco manda reglamentar la vida evangélica, para que nunca se
olvide ni la justicia ni el amor misericordioso del Señor, único camino de la
salvación.
En
definitiva, una obra importante para este Año de gracia que el Papa Francisco
ha dedicado a la misericordia y una mirada a los escritos de san Francisco de
Asís para encontrar el verdadero sentido de la misericordia y su expresión
entre los hombres y las criaturas con Dios.
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