Nos acercamos al inicio de la próxima asamblea ordinaria del
Sínodo de Obispos, esta vez dedicado a la familia. Y para ello, conviene que le
demos un repaso al instrumentum laboris
para darnos cuenta de lo que verdaderamente se busca en este gran acontecimiento
eclesial.
Lo podemos dividir en dos bloques, uno la tarea que debe ser capaz
de afrontar la misma Iglesia. A ella y, en definitiva, a cada uno de los que la
formamos se nos pide que sepamos valorar la importancia de la familia para la
vida de la Iglesia y de la sociedad. Los cristianos tenemos que recuperar el
valor de la acogida, de la ternura, de la importancia de tener presentes los
problemas de los hermanos que viven a nuestro alrededor y que no son problemas
individuales sino que tienen su incidencia en la familia. Esto nos lleva a
recordar que la Iglesia es universal y las familias cristianas tienen problemas
distintos, ya en el contexto europeo, americano, africano y, sobre todo, en el
medio oriente donde el problema del islamismo extremo está condenando a muerte
a familias enteras por el mero hecho de ser cristianos o, como sucede en Siria
y en algunos países africanos, al abandono de sus hogares, de su tierra y de su
historia.
La comunidad eclesial no puede permanecer indiferente ante el
maltrato que sufre la mujer en muchos países, donde ellas son las que llevan
todo el peso de la familia, la educación y manutención de los hijos. Para ellas,
la Iglesia debe ser un lugar de esperanza y, sobre todo, de justicia.
Unido a ello, las propias familias necesitan hacerse visibles en
el mundo y, sobre todo, desde el ambiente eclesial. Se pide a las familias que
recuperen el papel de educadoras en todos los niveles empezando por el de la
afectividad en el cual se hará posible la creación de un cuerpo que sepa hacer
frente a la cultura hedonista del “todo vale”. Si hay disfunciones afectivas y
sexuales en nuestra sociedad es porque la familia ha relegado la formación
afectiva de sus miembros a otras instituciones ajenas a la familia.
Además, desde las familias, se debe cuidar la preparación y
formación a los sacramentos de iniciación cristiana, desde ellas y como tarea,
todos sus miembros, deben vivir la fe y crecer en la vivencia de la misma.
Para ello, se necesita la formación y preparación de aquellos que se
acercan al matrimonio y una preparación que no se conforme con la preparación
próxima al sacramento que, en muchas ocasiones, está excesivamente condicionada
al momento ya prefijado de la celebración, sino más bien una preparación remota
que tenga su origen en la preparación a los sacramentos de iniciación, que
continúe con la preparación próxima y, muy a tener en cuenta, una preparación
que tenga presente el acompañamiento de los matrimonios jóvenes que se ven en
dificultades al poco tiempo de celebrar el sacramento del matrimonio. De esta
forma, estaremos formando familias cristianas que revitalicen la vida de la
Iglesia y sobre todo su presencia en la sociedad, al fomentar el asociacionismo
católico.
Por último, se recuerda a los Padres sinodales la importancia que
siempre han tenido las familias en las vocaciones tanto a la vida sacerdotal y
consagrada, el vocacionado se debe sentir acompañado por sus familias y, sobre
todo, se debe fomentar la relación con el mundo femenino, lo cual ayudará a una
formación completa en una afectividad bien asumida.
En definitiva, el Sínodo no sólo reflexionará en torno a la
situación ante los sacramentos de los divorciados vueltos a casar, -de lo que
ya hemos hablado en un post anterior-, ni tampoco únicamente sobre la agilidad
de los tribunales a la hora de estudiar las causas de declaración de nulidad
matrimoniales.
Sino que, un Sínodo sobre la familia en estos tiempos, es
necesario para revitalizar la familia, redescubrirla como ámbito para vivir la
fe y educar en la misma a sus miembros y, sobre todo, para que, recuperando los
valores propios de esta, sea capaz de volver a ser célula de la sociedad y
engendradora de nuevos criterios de actuación de los hombres y mujeres de
nuestro tiempo donde la acogida y la solidaridad sean los elementos claves que
lleven a un mundo más justo y lleno de esperanza, aportados desde la comunidad
católica.
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