A pesar de las felicitaciones de estos días las personas que te cruzas por la calle andan
cabizbajos porque según parece no hay nada que celebrar y lo que es peor no hay
con que hacerlo. Vivimos unos tiempos difíciles para muchos, no sólo por la pérdida
del trabajo, de la casa, sino también, y es el sufrimiento que no sale en los telediarios,
porque se está solo, no hay una familia con la que compartir estos tiempos ni unos amigos que nos dieron la espalda al fracasar nuestro negocio y
ellos se enfrentarán sin una sonrisa, en lo que debería ser la noche más agradable del año, con el
plato de sopa de todas las noches.
Por todos ellos, o al menos eso dicen, se levantan voces que
consideran una falta de respeto el felicitarnos, que no se hable del nacimiento
de nadie y menos de Dios porque es una ofensa para la sensibilidad de no se
sabe muy bien quién.
Para colmo de males la navidad se viene reduciendo al
descenso de volumen de ventas que se está produciendo en los grandes almacenes,
y que muchos españoles no saldrán a pasar las navidades a tierras paradisiacas,
y se quedarán en los pueblos, con la familia que hace mucho tiempo no veían.
Y sin embargo esos mismos españoles volverán a “sentir” que es la
Navidad, volverán a “sentir” que sólo el amor de quién está a tu lado es suficiente para pasar una
Noche Feliz. “Sentirán” que el nacimiento de Jesús no es pura racionalidad, ni
una fe que no se explica, sino algo que nace de la misma vida, y que sólo aquel
que vive puede descubrir.
Como dijo San Francisco en aquella noche de Greccio, la
buena gente se merece celebrar algo tan grande como es el nacimiento del Niño Dios,
y lo que es más importante que la buena gente descubra la sonrisa del Niño, en
el rostro de los demás. Por todo ello, y a pesar de todo, Feliz Navidad.
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