martes, 1 de febrero de 2011

Primer día en Jerusalén


Hoy es el primer día que hemos visitado Jerusalén. Y desde luego la sensación de la visita ha suscitado sentimientos bien distintos. Por un lado sí se mira desde los edificios no cabe duda que uno piensa que esto no es otra cosa que turismo de santuarios, visitas iglesias construidas en los años 50, muy lejanas a los verdaderos lugares por donde camino Cristo.
Sin embargo, cuando uno se para se da cuenta que lo importante no está en los edificios sino en que esta es la tierra de Jesús, por ella él caminó y predicó, en ella lloró y murió.
Cuando celebras la Eucaristía en la Iglesia del Dominus flevit comprendes porque Jesús lloró al contemplar Jerusalén y vaticinar los sufrimientos de esa ciudad. Desde allí se contempla de un vistazo toda la ciudad y con alguien que cada vez que subía a Jerusalén se agotaba por el sufrimiento que llevaba el continuo enfrentamiento con el poder religioso judío que hacía de su templo un lugar de perdición olvidándose que era la casa de Dios.
Jesús necesita a sus discípulos, con ellos ora, les enseña a orar y en el monte de los olivos comparte su pensamiento y, porque no, critica a aquellos que no muestran el rostro misericordioso de Dios. Cuando uno reza el padre nuestro en la Iglesia de ese nombre, siente que él nos enseña a orar pero a nosotros nos toca enseñar a rezarlo desde el corazón y la sinceridad de nuestra vida de cristianos.
El culmen de la oración en este día es cuando llegas a Getsemaní y en la Iglesia oras en la piedra en la que Jesús sufrió la agonía de sentirse sólo, únicamente acompañado por la presencia silenciosa pero acogedora del Padre. Cuando besas la piedra sientes el frío de la soledad del sufrimiento, pero también la fuerza que a nuestra vida le da la compañía del amor del Padre.
En el Cenáculo, sucede como decía al principio que la obra arquitectónica nada tiene que ver con el lugar donde los apóstoles cenaron y recibieron al Espíritu Santo, pero eso es lo de menos, lo importante es que cuando lees el evangelio de la última cena o de la venida del Espíritu sobre los apóstoles, o la primera aparición de Jesús a todos ellos reunidos, a uno no le importa el edificio, sino que ese es el lugar, es la tierra donde Jesús hizo lo que allí se lee y te lleva a sentir que también nosotros recibimos el Espíritu, recordamos la misión del servicio de anunciar a Cristo ante el cual no podemos, ni debemos callar.
Termina el día en San Pedro in Gallicantu, lugar del palacio de Caifás y allí ves la escala santa que Jesús la noche del Jueves subió y bajo en varias ocasiones, cuando iba al cenáculo, cuando bajó a orar al huerto de los olivos y cuando lo llevaron al palacio de Caifás y de allí al palacio de Pilatos. Esta escalera sí es de la época de Jesús y cuando visitas la cárcel donde Jesús estuvo en algún momento de esa terrible noche y siente de nuevo el frío de la soledad y el abandono de todos, incluidos aquellos que más cerca estaban de él. Cuando entras a ese agujero sólo cabe orar y reconocer las veces que a lo largo de nuestra vida lo dejamos sólo.
En definitiva éste día a los cristianos que visitamos esta tierra nos fortalece y nos debe comprometer a vivir y sobre todo testimoniar todo aquello que Cristo ha hecho por nosotros, porque es en esta tierra donde él nos los dijo por primera vez.

1 comentario:

  1. Saludos cordiales.

    ¡El camino del Gólgota es el camino!
    Con la cruz a cuestas, a seguirlo.

    ¿Será posible?
    Claro..sin mirar atrás.

    Atentamente
    Erick Bojorque

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