sábado, 16 de enero de 2010

LA MAYOR TAGEDIA DE HAITÍ


Cualquier hombre y mujer en estos días se estremece ante el horror que los medios de comunicación nos muestran de la tragedia que está sufriendo el pueblo de Haití.
Es una tragedia que nos muestra no sólo la muerte y destrucción que puede causar la naturaleza, sino sobre todo nos recuerda que era un país olvidado, donde la pobreza es la situación habitual de aquellas gentes.
Por eso, si cabe, esta desgracia se engrandece en sus cifras, puesto que lo que se ha destruido ha sido el único lugar donde la vida era “normal”. Al desaparecer Puerto Príncipe, desaparece toda la comunicación con el resto del país y las zonas donde el terremoto no ha llegado lo están sufriendo tanto como si a ellos mismos les hubiese sacudido.
Pero esta catástrofe natural está teniendo un castigo mayor en el pueblo haitiano que otros terremotos, huracanes, sufridos en Centroamérica o Caribe, y es que no hay nadie que ponga un control en la distribución de la ayuda humanitaria que está llegando desde todo el mundo.
En las desgracias del Salvador, Honduras, la vecina República Dominicana, las autoridades internacionales encargaban a los religiosos, la distribución y el control de estas ayudas que iban llegando, y en muchos casos la restauración de las zonas devastadas. Ellos, los religiosos, ponían orden para que la ayuda llegase al mayor número de personas.
Sin embargo en esta ocasión ellos también están bajo los escombros, muchos desaparecidos y por tanto, compartiendo la realidad que ahora vive el pueblo de Haití, muchos muertos.
La tragedia se hace mayor por que no están los que de siempre han puesto orden en la distribución de la ayuda, los que de siempre han estado con el pueblo pobre ahora sufren como ellos la muerte y la destrucción.
Siempre se ha dicho que las desgracias nunca vienen solas y en este terremoto se ha podido observar cómo el dicho popular se cumple, por desgracia, y a la espera que la Iglesia pueda poner algo de cabeza en la ayuda, a los europeos se nos consuela con la imagen de los soldados norteamericanos llegando a la isla como garantes de la construcción.
Ellos son necesarios para evitar los pillajes pero que nadie olvide que quien conoce a las gentes son los que han compartido con ellos el día a día y esos son los misioneros católicos que están allí. A buen seguro pronto de un modo silencioso contribuyendo a la construcción material y espiritual del pueblo haitiano.

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